El orden en la naturaleza no es «ilusorio». La proporción áurea

 

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Aunque ya hablamos brevemente en esta otra entrada sobre la posibilidad o no de que el orden del universo y la naturaleza sean sólo «aparentes», ampliamos el tema hoy por ser éste un argumento recurrente en el debate Ciencia-Fe.

Es curioso que, cada vez que los creyentes invocamos ese orden, claramente observable en todo cuanto nos rodea y en nosotros mismos, como una posible prueba de una inteligencia primordial, los ateos insisten en que ese orden en realidad «no existe», que «sólo nos parece que existe» porque «deseamos verlo así» (??). Y es curioso, sobre todo, porque, al postular que ese «orden aparente» es sólo caos mal interpretado, deben aceptar también que sus cerebros, esos mismos que les están indicando que el orden es sólo aparente, están gobernados también por el caos, pues esto es lo único que el azar puede producir. Aquí se da una curiosa paradoja, una contradicción que no todos los ateos consiguen captar cuando intentamos explicársela: para sostener con tanta rotundidad que el mundo natural es un producto caótico del azar ciego, deben sostener también, como una derivación lógica, que esta conclusión suya tiene muchas posibilidades de ser errónea, puesto que esta conclusión es un producto de sus cerebros, a su vez productos arbitrarios del azar. En otras palabras, cuando los ateos atribuyen esa infalibilidad a sus procesos mentales están, en realidad, alimentando una fe irracional (tan irracional o más que la que reprochan a los teístas :-)) en que sus cerebros están excluidos de la arbitrariedad general del mundo.

John F. Haught explica mejor que yo esta paradoja en los siguientes párrafos:

(Sam) Harris (neurocientífico y escritor americano, autor de «El fin de la fe») pone una enorme confianza en su propio poder de razonamiento… Hace un tácito acto de fe en su propia inteligencia crítica. Pero nunca nos ofrece una buena razón de por qué deberíamos confiar en que su mente le conducirá -y nos conducirá- a la verdad. En otras palabras, Harris jamás justifica su desmesurada arrogancia cognitiva.Sencillamente cree a ciegas en la superior capacidad de su mente para encontrar la verdad con una facilidad y una certeza inalcanzables para las personas mal orientadas por la fe religiosa. Si quiere ser para nosotros un guía fiable, ha de confiar en que su mente es capaz de ponernos en contacto con el mundo real. Pero, ¿por qué habría de confiar en su mente, dada sobre todo la visión del mundo natural a partir del cual, según se afirma, ha evolucionado la mente humana, la de Harris igual que la de cada uno de nosotros?.. Si la evolución es el (único) factor causal último involucrado en la formación de la mente humana, lo normal sería que desconfiáramos de nuestra actividad cognitiva. Puesto que es entendida como un proceso desprovisto de sentido y propósito, ¿por qué confía el naturalista científico en que la evolución sea eficiente en algo distinto de las adaptaciones? Para justificar nuestra confianza cognitiva es necesario que, aparte de la evolución, algo más opere en el gradual surgimiento de la mente en el curso de la historia natural. Pues, si nuestras mentes no son más que el resultado accidental de un proceso evolutivo sin sentido ni propósito, ¿por qué deberíamos confiar en ellas?

Ninguna interpretación puramente naturalista ofrece razones suficientes para confiar en nuestras mentes.

Una explicación darwinista de las facultades críticas de la mente no es suficiente para fundamentar la confianza que depositamos en nuestros poderes cognitivos. El propio Darwin estaría de acuerdo con esta observación»

Así es, Charles Darwin lo expresaba así en una carta dirigida a W. Graham, fechada el 3 de julio de 1881:

«De continuo surge en mí la horrenda duda de si las convicciones de la mente humana, que se ha desarrollado a partir de la mente de animales inferiores, tienen algún valor, si son verdaderamente dignas de confianza. ¿Confiaría alguien en las convicciones de la mente de un mono, suponiendo que una mente así pueda albergar algún tipo de convicción?»

Evidentemente, Darwin sí había captado la paradoja 🙂

El único modo posible de apuntalar esta tesis de que el orden natural es «ilusorio» es sostener que el mundo, la naturaleza, el universo todo, podría haber sido distinto, que antes del comienzo había un sin fin de posibilidades y que nuestro «error», el error de los teístas, es contemplar el mundo desde la perspectiva equivocada (la perspectiva acertada es la del ateo, claro :-)) Observamos el mundo, dicen, desde del «diseño acabado», por eso nos parece «ordenado». No entendemos, continúan los escépticos, que ese diseño no es tal porque la evolución, tanto cosmológica como biológica, podría haber transcurrido siguiendo cualquier otro cauce que el que tomó. Unos cauces -siempre, por supuesto, erráticos y arbitrarios- «podrían» haber llevado a un buen fin y otros no. Eso, nos conceden nuestros ateos, nunca lo sabremos, pero sí sabemos que tuvimos una gran suerte ya que el cauce elegido caprichosamente por la evolución funcionó y dio origen a la vida organizada y, en última instancia, a la aparición del ser humano y su prodigioso cerebro.

Suertudos que somos 🙂

El problema cuando se postula un «podría haber sido», es que apelamos a un escenario virtual no verificable que, además, excluye el escenario real desde el cual hacemos esa apelación. El «podría haber sido» es un comodín útil para salir del paso si tu oponente en el debate te empieza a acorralar, pero carente de un valor argumental real, pues sostiene como una opción válida lo que es sólo una afirmación indemostrable. Se trata, pues, de una falacia, de la misma categoría que esas de las que suelen acusar los ateos a los creyentes. El «podría haber sido» es un condicional, estamos elucubrando desde el momento presente sobre un pasado que no llegó a ser precisamente porque, si ese pasado hubiera sido, no habría sido nuestro presente. Por eso, detrás de las palabras «podría haber sido» puedes añadir lo que gustes, tenga o no sentido, sea o no una estulticia, y no habrá manera de refutarlo. Un chiste muy viejo cuenta cómo un anciano le confiesa a un amigo: «Yo podría haberme casado con Sofía Loren», el otro contesta escéptico,«sí, claro», «te lo digo en serio», insiste el primero, «estuve a punto: yo le pedí que se casara conmigo y ella me dijo que no» :-).

Yo «podría haber sido» gobernadora de Atlanta, pues sí, claro que sí, «podría», y «podría» haber nacido en Katmandú y la vida «podría» estar basada en el bismuto en lugar del carbono. ¿Quién puede demostrar lo contrario? Pero me temo que, si alguien esgrime el argumento de la no falsabilidad para anular la hipótesis Dios, no sería muy honesto por su parte esconder ese mismo argumento en el fondo del cajón cuando se trata de aplicarlo a la falsabilidad de su propia hipótesis.

La naturaleza es como es actualmente y a partir de ahí debemos partir. El mundo natural es una gigantesca, variada y asombrosa maquinaria perfectamente eficaz y debemos basar nuestros argumentos en lo que sí es verificable desde donde estamos, y lo verificable es que en el cosmos existe un orden visible. Un orden real, objetivo, medible, no ilusorio o aparente. Si no existiera, como afirma el físico Paul Davies en el primer enlace que ofrecemos en esta entrada,«la Ciencia quedaría reducida a una farsa sin contenido», puesto que toda ella basa su formidable andamiaje en la robusta realidad de ese orden. Si no hubiera orden en la naturaleza, las matemáticas, concebidas para describirlo, serían imposibles y, sin matemáticas, no habría Ciencia.

Azar es sinónimo de caos y el caos, por definición, no sigue normas o rígidas pautas, propias o ajenas, no elabora patrones ni dicta leyes inamovibles. Ni en uno ni en un millón de años. El ateo, leal como nadie a su compromiso con el materialismo, puede declarar si lo desea que el azar es el único autor de todo lo que vemos, pero afirmando esto, se verá abocado a admitir que ese azar, en el que confía tan ciegamente, y al que cree capaz de realizar -como escribió el biólogo Javier Sampedro «escalofriantes contorsiones», no es el azar cotidiano que experimenta a diario y al que, como mucho, nuestro ateo sólo confiaría su deseo de que le toque la lotería :-). El azar en el que cree el ateo, no es el azar que opera en la naturaleza. El azar que opera en la naturaleza no es estéril ni errático, es un «azar» anómalo, excepcional, que escribe sus designios sobre papel pautado y los ejecuta en la naturaleza con una precisión matemática. En tres palabras: no es azar.

«La enorme utilidad de las matemáticas en las ciencias naturales es algo que roza lo misterioso, y no hay explicación para ello. No es en absoluto natural que existan ‘leyes de la naturaleza’, y mucho menos que el hombre sea capaz de descubrirlas. El milagro de lo apropiado que resulta el lenguaje de las matemáticas para la formulación de las leyes de la física es un regalo maravilloso que no comprendemos ni nos merecemos».

Eugene Paul Wigner  
Físico y matemático húngaro
Premio Nobel de Física en 1963

En este caso, los creyentes tenemos todo el derecho a preguntar «qué» o «quién» ha pautado el papel.

Recordamos, una vez más, que el materialismo es una corriente filosófica que surgió antes del s. XIX, a rebufo del espíritu de los tiempos y cuando la Ciencia todavía no sabía qué era esa materia a la que estaba concediendo un poder cuasi omnímodo (aún hoy no lo sabemos con seguridad). Una doctrina surgida, en buena parte, como oposición a la concepción religiosa del mundo y no como resultado de los descubrimientos científicos. Si apelamos a la materia como única realidad, no queda otra opción que atribuir al azar todo lo que no sabemos cómo ocurrió. «No es que sea así, es que tiene que ser así, porque fuera del materialismo no encontramos ninguna otra explicación» aseguraba ingenuamente un divulgador en cierto debate televisivo evidentemente sin entender el alcance de lo que decía. Y así ha ocurrido desde entonces, cada nuevo descubrimiento fue «embutido» a empujones en el molde del fisicalismo y lo que no cabía en ese molde, simplemente fue ignorado o tachado de «fraude», lo fuera o no. Así hasta el día de hoy.

Los ateos acusan a muchos grupos religiosos (en muchas casiones con razón) de «retorcer» los descubrimientos de la Ciencia para que encajen en sus libros sagrados… Esta táctica, deshonesta venga de donde venga, no difiere demasiado de lo que hacen los fisicalistas: retorcer esos mismos hechos para que encajen en su estrecha concepción materialista del universo. Como consecuencia de una de esas fantásticas piruetas de acomodación, nació en el siglo XIX una nueva versión del azar: el habilidoso, concienzudo, inteligentísimo y, esta vez sí, «ilusorio»,  azar de los huecos 😉 

***

A continuación les invito a leer unos párrafos de un artículo aparecido en la revista National Geographic Historia, nº 129, firmado por el matemático y periodista científico Enrique Gracián. El artículo está dedicado a la proporción de Fibonacci, y el «mágico» número áureo que se repite una y otra vez, casi obsesivamente, tanto en la Tierra como en el resto del universo. Una de las muchas pruebas de que la naturaleza, lejos de ser una amalgama informe y sin sentido (lo que esperaríamos de la actuación errática del azar), sigue unas rígidas normas matemáticamente estructuradas. Es un artículo excelente, no se lo pierdan:

«Se suele simbolizar con la letra griega Φ (phi) y su valor aproximado es 1,6180. Lo encontramos definido por primera vez en el libro VI de los Elementos del matemático y geómetra griego Euclides; allí aparece descrito como una relación entre longitudes, lo que sugiere que está asociado con la idea de proporción. La figura geométrica más sencilla que se puede construir manteniendo esta proporción es un rectángulo. Para ello basta con que el lado más pequeño mida 1, y el más largo, 1,6180. Esta sencilla figura es un rectángulo áureo, adjetivo que introdujo en la década de 1830 el matemático alemán Martin Ohm. ¿Qué tiene de especial? Que está en todas partes.

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regla aurea

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En los cánones estéticos de la antigua Grecia representaba las proporciones perfectas y se utilizaba en la mayoría de las construcciones arquitectónicas: fue patrón de belleza para los artistas del Renacimiento, aparece en la mayoría de las catedrales góticas y en el edificio de la ONU de Nueva York (…) (El arte imitando a la naturaleza :-)) La proporción áurea está presente en la arquitectura del ADN, el crecimiento de multitud de organismos o la distribución de los planetas del sistema solar.

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(Y, por supuesto, en el cuerpo humano :-))

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regla aurea   ....

En el cuerpo humano la proporción áurea se presenta de diferentes maneras:

– La relación entre la altura de un ser humano y la altura a la que se encuentra su ombligo.
– La relación entre la distancia del hombro a los dedos y la distancia del codo a los dedos.
– La relación entre la altura de la cadera y la altura de la rodilla.
– La relación entre las divisiones vertebrales.
– La relación entre las articulaciones de las manos y los pies… Entre otras.

Leonardo de Pisa, conocido como Fibonacci, fue uno de los matemáticos más destacados de la Edad Media. En su obra más relevante, El libro del ábaco, de 1202, expone un problema sobre la reproducción de conejos cuya solución le da pie a representar una sucesión infinita de números naturales (pueden consultar una explicación detallada de este problema de Fibonacci en el enlace anterior). La posibilidad de ir añadiendo elementos mediante una suma, pero sin alterar la forma, da lugar a una pauta de crecimiento que podemos observar en estructuras de la naturaleza tan diversas como el desarrollo espiral de una galaxia,

dios y la regla aurea  .

las huellas dactilares,

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o la distribución de los pétalos de las flores.

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(Y no sólo en los pétalos :-))

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En la Italia renacentista, el número de oro fue retomado por Luca Pacioli(matemático y sacerdote franciscano, por cierto) quién llevó a cabo un exhaustivo estudio del mismo en una de sus obras más influyentes: De la divina proporción. Ilustrada con dibujos de Leonardo da Vinci, en ella explicaba las relaciones existentes entre el número áureo y la sucesión de Fibonacci: cualquier término de ésta se obtiene multiplicando el anterior por el número áureo…

Las espirales son líneas curvas que se generan a partir de un punto y se alejan del centro a la vez que giran a su alrededor. Esta curva ha fascinado desde antiguo a artistas y científicos; es un símbolo ornamental y religioso presente en muchas culturas, y una de las formas más frecuentes en el mundo natural. Entre los genios que aunaron las cualidades del artista y conocedor de las leyes de la geometría destaca el pintor Alberto Durero, quien en uno de sus libros sobre medición explicacómo dibujar una espiral a partir del rectángulo áureo. Si construimos un cuadrado en la izquierda de dicho rectángulo, a la derecha nos quedará un rectángulo más pequeño. Y resulta que este nuevo rectángulo también guarda las proporciones áureas. Este proceso se puede repetir hasta el infinito, con lo cual obtendremos una sucesión de rectángulos áureos y cuadrados cada vez más pequeños.

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(Utilizando un compás, a partir de este «rectángulo áureo» se puede dibujar una espiral que tiende al infinito, la llamada «espiral de Durero»).

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En términos matemáticos no es una auténtica espiral, pero es una buena aproximación a la espiral logarítmica que el matemático suizo Jakob Bernoulli bautizó como Spira mirabilis, ‘la espiral maravillosa’. El número áureo forma parte intrínseca tanto de la serie de Fibonacci como de la espiral logarítmica, dos conceptos matemáticos que se combinan en la formación de elementos tan dispares como plantas,

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regla aurea  flor

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huracanes,

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o galaxias.

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(La relación entre las nervaduras de las hojas de los árboles, la relación entre el grosor de las ramas principales y el tronco y la relación entre las ramas principales y las secundarias también obedecen a la proporción áurea).

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Así pues, el número Φ … gobierna el desarrollo de distintos seres vivos. La distribución de las escamas en una piña tropical,

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el desarrollo de la concha de los caracoles,

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o la forma en que se agrupan las semillas de las plantas son algunos ejemplos de la presencia del número áureo en la naturaleza, lo que lleva a pensar que obedece a algún tipo de funcionalidad que aún desconocemos».

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El número áureo y la proporción de Fibonacci aparecen, como venimos diciendo, en la descripción de las órbitas planetarias, está involucrado en las distancias entre los planetas y sus períodos, en la reflexión de la luz en el cristal, en las células del sistema nervioso, etc. Es decir, abarca un terreno demasiado amplio como para adjudicarlo exclusivamente a las instrucciones encriptadas en el ADN. Aunque así fuera, aunque la proporción áurea resultara ser sólo la resolución física de una de las innumerables instrucciones inscritas en el libro de de la vida, aún quedaría mucho campo para abonarlo con preguntas. Pero no es así.

Resumiendo, amigo ateo, usted puede -adornando al azar con el ingenio que necesite para que el argumento le funcione- creer que el orden de la naturaleza surgió y se desarrolló por sí solo, de acuerdo, pero no puede negar que ese orden existe. 

Puede hacerlo, claro, nadie se lo impide, pero sería como negar que existen las estrellas, los océanos, el Cañón del Colorado y el cordero a la riojana.

 😉

***

“El matemático juega a un juego en el que él mismo inventa las reglas, mientras que el físico juega a un juego en el que las reglas son proporcionadas por la naturaleza; pero a medida que pasa el tiempo se hace cada vez más evidente que las reglas que el matemático encuentra interesantes son las mismas que las que ha escogido la naturaleza”.

Paul Adrien Maurice Dirac
Físico teórico inglés
Premio Nobel de Física en 1933 
***
“Entre los seres vivos resulta patente el orden, obra de un Poder superior al que yo llamo Dios. Es en este punto donde coinciden la fe y la verdad científica. La primera de ningún modo contradice a la segunda, sino que la completa al aportar una comprensión más sencilla del universo»
Jean Dorst
Biólogo, ornitólogo, paleontólogo francés
Formado en la Universidad de París
Miembro de la Academia de las Ciencias 
*** 
 
«El mundo es racional… El orden del mundo refleja el orden de la mente suprema que lo gobierna»
 
Kurt Gödel
Lógico, matemático y filósofo austriaco
Doctor por la Universidad de Viena
Considerado uno de los más importantes lógicos de todos los tiempos
Célebre por sus dos Teoremas de la Incompletitud

FUENTE: http://frasesdedios.blogspot.com/2015/01/el-orden-en-la-naturaleza-no-es.html

 

¿Dios existe? La ciencia lo defiende cada vez más

cosmoslounge.com

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Muchas personas creían que a medida que la ciencia avanzara, habría menos necesidad de recurrir al argumento de que existe Dios para explicar el universo. Sin embargo, «los rumores de la muerte de Dios eran prematuros «, apunta el escritor estadounidense Eric Metaxas.

En 1966, el astrónomo Carl Sagan afirmó que había dos criterios importantes para que un planeta pudiera sustentar vida: la estrella adecuada y un planeta situado a la distancia correcta de la estrella. No obstante, a medida que nuestro conocimiento sobre el universo aumentó, se hizo evidente que eran necesarios muchos más factores para que la vida fuera posible.

«Las probabilidades indican que ni siquiera nosotros deberíamos estar aquí», recalca Metaxas en un artículo publicado en ‘The Wall Street Journal‘. De hecho, actualmente hay más de 200 parámetros conocidos que son necesarios para que un planeta pueda sustentar vida. Debe estar presente cada uno de ellos, de lo contrario todo se cae a pedazos.

Sin un planeta masivo como Júpiter cercano, cuya gravedad va a arrastrar a los asteroides, mil veces más asteroides habrían golpeado la superficie de la Tierra. Las probabilidades en contra de la vida en el universo son simplemente asombrosas. Sin embargo, aquí estamos, no sólo existimos , sino hablando de nuestra existencia. ¿Qué puede explicar esto? ¿Puede cada uno de esos muchos parámetros haber sido perfeccionado por alguien o se dieron  por accidente? ¿En qué punto es justo admitir que la ciencia sugiere que no podemos ser el resultado de fuerzas aleatorias? Acaso  no asumir que una inteligencia creó estas condiciones perfectas requiere mucho menos  fe que creer que la vida en la Tierra se genero venciendo probabilidades inconcebibles para llegar a existir? Hay más. La afinación de condiciones necesaria para que exista la vida en un planeta no es nada comparado con la afinación necesaria de condiciones para que el universo exista. Por ejemplo, los astrofísicos saben ahora que los valores de la cuatro fuerzas fundamentales, la gravedad, la fuerza electromagnética, y las fuerzas «fuertes» y «débiles» nucleares fueron determinadas por menos de una millonésima de segundo después del inicio del universo (Big Bang). Con una mínima alteración de cualquier valor y el universo no podría existir. Por ejemplo, si la relación entre la fuerza nuclear fuerte y la fuerza electromagnética hubiera sido diferente por una fracción más pequeña de que la más pequeña fracción de una sola parte en 100,000,000,000,000,000-entonces las estrellas no podrían haberse formado nunca en absoluto. Sorprendente verdad?. Multiplique ese parámetro sencillo de todas las demás condiciones necesarias, y las probabilidades en contra del universo existente son tan sorprendentemente astronómicas que la idea de que todo «pasa al azar» desafía el sentido común.

«¿Es posible que cada uno de esos parámetros haya sido perfecto por accidente? ¿No les parece que asumir que una inteligencia creara estas perfectas condiciones requiere mucha menos fe que creer que la vida en la Tierra superó por casualidad probabilidades inconcebibles para llegar a existir? «, cuestiona el escritor, que añade que la idea de que todo «simplemente ocurrió desafía el sentido común».

Según Metaxas, puede que el profesor de Matemáticas de la Universidad de Oxford John Lennox tenga razón al decir que «cuanto más conocemos nuestro universo, más credibilidad gana la hipótesis de que hay un creador«.

Visto en: http://actualidad.rt.com/ciencias/161584-ciencia-dios-existe

Comentario de laverdadysololaverdad:

Suelo leer en grupos ateos, grupos escépticos o como suelen auto denominarse: «libre pensadores», que Carl Sagan era un gran defensor del ateísmo, como lo es hoy en día el pseudo intelectual Richard Dawkins, ampliamente criticado por la comunidad científica.  Pero la verdad es que estas son simplemente un conjunto de mentiras propagadas por fanáticos que en realidad no son ateos, sino que anti-religiosos.  Tal y como se menciona en el siguiente extracto.

De hecho, Sagan tuvo algunas críticas serias del ateísmo.  Dijo:

«… un ateo tiene que saber mucho más que lo que yo sé. Un ateo es alguien que sabe que no existe un dios. Según algunas definiciones, el ateísmo es muy estúpido«.  Según cita en «A tribute to Carl Sagan: A Sagan File» por Joel Achenbach en Skeptic Magazine, Vol 13, No. 1 (2006)

Me quedo con esta reflexión:

«Si encontráramos una palabra escrita en la arena de la playa, la impresión inmediata es reconocer el trabajo de un agente inteligente. ¿Cuánto más probable es, por tanto, que haya un creador inteligente detrás del ADN humano, una colosal base de datos biológica que contiene no menos de tres mil millones de ‘letras’?

«Los nuevos ateos nos quieren hacer creer que no somos más que una colección aleatoria de moléculas, el producto final de un proceso sin guía. Esto, de ser cierto, socavaría la racionalidad que necesitamos para estudiar la Ciencia. Si el cerebro fuera en realidad el resultado de un proceso sin guía, entonces no hay razón para creer en su capacidad de decirnos la verdad»

«Cuanto más comprendo la Ciencia, más creo en Dios por la maravilla de la amplitud, sofisticación e integridad de su creación»

«No hay que caer en la falsa idea de que no puedes ser una persona inteligente y aún así creer en la existencia de Dios. El ateísmo es el verdadero engaño«

John Lennox 

Filósofo de la Ciencia, matemático, conferenciante, divulgador y escritor inglés
Profesor de Matemáticas en la Universidad de Oxford
Autor de «A la caza de Dios. Una crítica al nuevo ateísmo», 2011

http://frasesdedios.blogspot.com/

Mucho más compleja es la vida que un reloj y, sin embargo, aún hay necios que sostienen que no hay Dios: “Dijo el necio en su corazón: No hay Dios” (Salmos, 53).

Argumento Teleológico – Argumento a favor del Diseño

Reloj

El Argumento Teleológico se reduce al diseño. La impresión de que el universo fue diseñado para mantener la vida en la tierra es abrumadora. Los científicos seculares han observado que para que sea posible la vida física en el universo, muchas características deben asumir valores específicos, como se menciona abajo. En el mundo científico secular, esta circunstancia de fino ajuste aparente en el universo no es disputada, y es llamada «El Principio Antrópico.» Científicos ateos han ofrecido varias racionalizaciones no convincentes para la ocurrencia de esto sin la participación de una Mente Divina, pero dada la complejidad de las interrelaciones entre varias características en el universo, la indicación de «fino ajuste» divino parece incontrovertible.

Argumento Teleológico – Un Universo Finamente Ajustado
La lista que apoya al Argumento Teleológico parece estar creciendo más y más a medida que los científicos descubren más acerca del universo. Incluso ahora, esta es una lista muy larga, y en realidad ¿a quién le gustan listas? Sin embargo, cuando discuto estos tópicos con ateos, a menudo ellos piden «detalles sobre el llamado fino ajuste», así que aquí está la lista:

  1. Constante de la fuerza nuclear fuerte.
  2. Constante de la fuerza nuclear débil.
  3. Constante de la fuerza gravitacional.
  4. Constante de la fuerza electromagnética.
  5. Proporción de la constante de la fuerza electromagnética con la constante de la fuerza gravitacional.
  6. Proporción de la masa del protón con la masa del electrón
  7. Proporción del número de protones con el número de electrones
  8. Proporción de la carga del protón con la carga del electrón
  9. Velocidad de expansión del universo
  10. Densidad de la masa del universo.
  11. Densidad de bariones (protón y neutrón) del universo
  12. Energía espacial o densidad de la energía oscura del universo.
  13. Proporción de la densidad de la energía espacial con la densidad de la masa.
  14. Nivel de entropía del universo.
  15. Velocidad de la luz
  16. Edad del universo.
  17. Uniformidad de la radiación
  18. Homogeneidad del universo.
  19. Distancia promedio entre galaxias
  20. Distancia promedio entre grupos de galaxias.
  21. Distancia promedio entre estrellas.
  22. Tamaño promedio y distribución de grupos de galaxias.
  23. Números, tamaños, y ubicaciones de vacíos cósmicos
  24. Constante de fina estructura electromagnética.
  25. Constante de fina estructura gravitacional.
  26. Tasa de decaimiento de protones
  27. Nivel energético inferior del helio-4
  28. Proporción del nivel de energía nuclear del carbono-12 con el oxígeno-16.
  29. Tasa de decaimiento del berilio-8.
  30. Proporción de la masa del neutrón con la masa del protón
  31. Exceso inicial de nucleones sobre antinucleones
  32. Polaridad de la molécula del agua
  33. Época de erupciones de hipernovas
  34. Número y tipo de erupciones de hipernovas
  35. Época de erupciones de supernovas.
  36. Número y tipo de erupciones de supernovas.
  37. Época de enanas blancas binarias
  38. Densidad de enanas blancas binarias
  39. Proporción de materia exótica con materia ordinaria.
  40. Número de dimensiones efectivas en el universo primitivo.
  41. Número de dimensiones efectivas en el universo presente.
  42. Valores de masa de neutrinos activos
  43. Número de especies diferentes de neutrinos activos.
  44. Número de neutrinos activos en el universo.
  45. Valor de masa de neutrinos estériles.
  46. Número de neutrinos estériles en el universo.
  47. Tasas de decaimiento de partículas de masa exótica.
  48. Magnitud de las ondas de temperatura en la radiación cósmica de fondo.
  49. Tamaño del factor de dilatación relativista.
  50. Magnitud de la incertidumbre de Heisenberg.
  51. Cantidad de gas depositado en el medio intergaláctico profundo por las primeras supernovas.
  52. Naturaleza positiva de presiones cósmicas
  53. Naturaleza positiva de densidades de energía cósmica.
  54. Densidad de cuásares
  55. Decaimiento de partículas de materia oscura fría.
  56. Abundancias relativas de diferentes partículas de masa exótica.
  57. Grado en el que la materia exótica interactúa consigo misma.
  58. Época en que las primeras estrellas (estrellas de población III sin metales) comienzan a formarse.
  59. Época en que las primeras estrellas (estrellas de población III sin metales) dejan de formarse.
  60. Densidad numérica de estrellas de población III sin metales.
  61. Masa promedio de estrellas de población III sin metales.
  62. Época de la formación de las primeras galaxias.
  63. Época de la formación de las primeras cuásares.
  64. Cantidad, tasa, y época de decaimiento de defectos contenidos.
  65. Proporción de la densidad de materia exótica tibia y de la densidad de materia exótica fría.
  66. Proporción de la densidad de materia exótica caliente y de la densidad de materia exótica fría.
  67. Nivel de cuantización del tejido cósmico de espacio-tiempo
  68. La planitud de la geometría del universo
  69. Tasa promedio de aumento en tamaños de galaxias
  70. Cambio de la tasa promedio de aumento en tamaños de galaxias a través de la historia cósmica.
  71. Constancia de factores de energía oscura.
  72. Época de máxima formación estelar.
  73. Ubicación de materia exótica relativa a materia ordinaria.
  74. Fuerza del campo magnético cósmico primordial.
  75. Nivel de turbulencia magnetohidrodinámica primordial.
  76. Nivel de violación de simetría CP.
  77. Número de galaxias en el universo observable.
  78. Nivel de polarización de la radiación cósmica de fondo.
  79. Fecha de terminación del segundo evento de re-ionización del universo.
  80. Fecha de disminución de la producción de estallidos de rayos gamma.
  81. Densidad relativa de estrellas de masa intermedia en la historia primitiva del universo.
  82. Temperatura de máxima densidad del agua.
  83. Calor de fusión del agua.
  84. Calor de vaporización del agua.
  85. Densidad numérica de «clumpuscules» (densas nubes de gas hidrógeno molecular frío) en el universo.
  86. Masa promedio de «clumpuscules» en el universo.
  87. Ubicación de «clumpuscules» en el universo
  88. Tasa cinética de oxidación de moléculas orgánicas del dioxígeno.
  89. Nivel de conducta para-magnética en el dioxígeno.
  90. Densidad de galaxias ultra-enanas (o grupos globulares supermasivos) en el universo de la edad media.
  91. Grado de curvatura y torsión del espacio-tiempo por factores relativistas generales.
  92. Porcentaje de función de la masa inicial del universo constituida por estrellas de masa intermedia.
  93. Fuerza del campo magnético primordial cósmico [1]

Argumento Teleológico – Imposibilidad Matemática sin un Diseñador

El Argumento Teleológico refleja una de las tres posibilidades a favor de la existencia de este increíble fino ajuste: la ley, el azar o el diseño. Los científicos han cavilado respecto a esto durante años y no han encontrado ninguna ley natural que pueda explicarlo. Las probabilidades en contra de que tal teoría sea descubierta alguna vez parecen ser insuperables. Hasta Stephen Hawking, quien creía originalmente en una «Teoría del Todo» que posiblemente pudiera explicar el fino ajuste como necesario por ley, después de considerar el Teorema de Gödel concluyó que ella no era obtenible. Afirma: «Algunas personas se van a desilusionar mucho si no existe una teoría suprema que pueda ser formulada como un número finito de principios. Yo solía pertenecer a ese campo, pero he cambiado de opinión.» [2]

Ya que el umbral de la imposibilidad matemática es 1 en 10 a la 50 potencia, y las probabilidades de que este ajuste fino surja por azar van mucho, mucho más allá de eso, así que podemos excluir el azar. Sólo un Creador trascendente le puede dar sentido a este orden increíblemente complejo del universo.

Durante los últimos 35 años, poco más o menos, los científicos han descubierto que la existencia de la vida inteligente depende absolutamente de este tan delicado y complejo equilibrio de condiciones iniciales. Parece que «las circunstancias estaban dadas» en las sustancias, constantes y cantidades del Big Bang mismo, para proporcionar un universo que permitiera la vida. A través de la ciencia moderna, ahora sabemos que los universos que no permiten la vida son infinitamente más probables que algún universo que la permita, como el nuestro. ¿Cuánto más probable?

Bien, la respuesta es que las probabilidades de que el universo permita la vida son tan infinitesimalmente pequeñas que resultan incomprensibles e incalculables. Por ejemplo, Stephen Hawking ha estimado que si la tasa de expansión del universo un segundo después del Big Bang hubiera sido más pequeña, siquiera una parte en cien mil billones, el universo habría re-colapsado en una bola de fuego hirviendo, debido a la atracción gravitacional. [3] El físico P. C. W. Davies ha calculado que las probabilidades en contra de que las condiciones iniciales fueran apropiadas para la formación de estrellas (sin las cuales los planetas no podrían existir) ¡son de un uno seguido, por lo menos, de mil trillones de ceros! [4] Davies también calcula que un cambio en la fuerza de la gravedad o de la fuerza débil de solamente una parte en 10 elevado a la 100 (!) habría impedido la ocurrencia de un universo que permitiera la vida. [5] Como vimos en las listas anteriores, hay docenas y docenas de esas constantes y cantidades presentes en el Big Bang, las cuales tienen que estar ajustadas exquisitamente de esta manera para que el universo permita la vida. Además, no es sólo las cantidades o constantes individuales las que deben estar finamente ajustadas; las proporciones entre sí también tienen que estar ajustadas exquisitamente. Por lo tanto, una enorme improbabilidad es multiplicada por una enorme improbabilidad, y de nuevo por una enorme improbabilidad repetidamente hasta que la mente simplemente nos empieza a dar vueltas con las probabilidades cada vez más pequeñas.

No existe ninguna razón física plausible del por qué estas constantes y cantidades deben tener los valores que tienen. Reflexionando sobre esto, el ex-agnóstico físico P C.W. Davies comenta: «A través de mi trabajo científico he llegado a creer cada vez más decididamente que el universo físico fue creado con una ingeniosidad tan asombrosa que no lo puedo aceptar simplemente como un hecho bruto.» [6] Igualmente, el astrofísico inglés, Sir Frederick Hoyle, observa: «Una interpretación lógica de los hechos sugiere que un super-intelecto ha interferido con la física.» [7] Robert Jastrow, jefe del Instituto Goddard de la NASA para los Estudios del Espacio, se refiere a esto como «la evidencia más poderosa a favor de la existencia de Dios que alguna vez haya provenido de la ciencia.» [8]

Argumento Teleológico – ¿Qué es Más Razonable? ¿El Diseño o el Azar? En el análisis final, parece que el Argumento Teleológico tiene fuertes bases científicas, filosóficas y teológicas. La visión de que los teístas cristianos han sostenido históricamente, de que existe un Diseñador inteligente del universo, parece tener mucho más sentido que la alternativa atea: El universo, cuando comenzó a existir, sin causa, de la nada, simplemente estaba, por casualidad, finamente ajustado para la vida inteligente, con una improbable y abrumadora precisión y delicadeza. Llamar «astronómicas» a las probabilidades en contra de la ocurrencia de este fino ajuste sería subestimarlas en extremo.

NOTAS
Cortesía de Steve J. William. Presentado con autorización del libro, The Skeptics’ Guide to Eternal Bliss  (Segunda edición), Steve J. William, Lulu Press, 2009. Todos los derechos reservados en el original.

1 La mayoría de las fuentes de información de «La Lista» se encuentran en The Creator and the Cosmos, tercera edición por Hugh Ross (Colorado Springs, Colorado: NavPress, 2001), págs. 145-157, 245-248. Referencias adicionales son enumeradas en el Artículo Relacionado que acompaña a este trabajo en el lado correcto.
2 http://en.wikipedia.org/wiki/Theory_of_everything.
3 Stephen Hawking, A Brief History of Time (New York: Bantam Books, 1988), pág. 123.
4 P.C.W. Davies, Other Worlds (London: Dent, 1980), págs. 168, 169.
5 P.C. W. Davies, “The Anthropic Principle”, en Particle and Nuclear Physics 
6 Paul Davies, The Mind of God (New York: Simon & Shuster, 1992), pág. 169.
7 Fred Hoyle, “The Universe: Past and Present Reflections,” Engineering and Science (noviembre de 1981), pág. 12.
8 Robert Jastrow, “The Astronomer and God”, en The Intellectuals Speak Out About God, ed. Roy Abraham Varghese (Chicago: Regenery Gateway, 1984) pág. 22.

Fuente: http://www.allaboutphilosophy.org/spanish/argumento-teleologico.htm