La «única democracia de Oriente Medio»

Información extraída del libro: Violacion de Los Derechos Humanos en Palestina: Cronicas de Apartheid.

La Palestina histórica (27.009 Km2) estuvo dominada por el Imperio Otomano desde 1516 hasta 1917.  Tras la Primera Guerra Mundial fue sometida a la autoridad británica que promovió el llamado Mandato Británico como figura colonial de 1922 a 1947. Con la creación del Estado de Israel en 1948, el peculiar nacionalismo exclusivista judío, el sionismo, puso en marcha un largo proceso de transformación de un territorio árabe palestino a un espacio dominado por los judíos. Los palestinos re-clamaban la recuperación de sus derechos nacionales, entre los que está disponer de un Estado propio y el retorno de los refugiados.

Aparentemente, el conflicto palestino-israelí podría parecer otro conflicto étnico sin más, en el que dos pueblos se disputan un mismo territorio. Sin embargo, aunque los palestinos sí mantienen una homogeneidad étnica, al ser todos árabes, entre los israelíes podemos encontrar hebreos, árabes (los llamados orientales), europeos (asquenazis), sefardíes (descendientes de los judíos expulsados de España en 1492), etíopes, tailandeses, indostanes, uzbekos, kurdos e incluso más etnias diferentes. Muchas de éstas afirman descender de las famosas diez tribus perdidas de Israel por efecto de la conquista asiria en el siglo VIII antes de la era cristiana. Por otro lado, mientras los sionistas pretenden un territorio exclusivo para judíos, los israelíes no sionistas y la gran mayoría de los palestinos hablan de convivencia en común. Esta combinación hace que sea difícil considerar simplemente el conflicto palestino-israelí como un conflicto territorial de carácter étnico.

También podría parecer un conflicto religioso, en el que los seguidores de dos religiones contrapuestas luchan por controlar los lugares sagrados que ambas tienen en común. Tanto hebreos como árabes afirman proceder del mítico Abraham, a cuyos descendientes tanto el Yahvé de la religión judía como Alá de la musulmana (el mismo Dios bíblico en realidad) les prometió la antigua tierra de Canaan (Palestina, parte de Jordania, y el sur de Líbano y de Siria) en los tiempos en los que como tribus beduinas abandonaban el nomadismo. El sionismo se trata de legitimar en la consideración de que la Tierra Prometida fue otorgada por Dios al pueblo judío, argumento que impide cualquier posibilidad de debate al respecto, pues se considera dogma religioso. Sin embargo, los palestinos no fundamentan su derecho a permanecer en Palestina en base a criterios religiosos, sino históricos y jurídicos, ya que esa tierra les pertenece en propiedad y la legalidad internacional les ha asistido. Además, aunque hay una gran mayoría musulmana, podemos encontrar un amplio sector de población cristiana y drusa entre ellos, sin que por ello se vean privilegiados en el trato que reciben de Israel.

El conflicto palestino-israelí también podría parecer un típico conflicto colonial, en el que se trata de controlar una zona periférica rica en recursos naturales, como es Oriente Medio, implementando para ello políticas de terror contra la población autóctona para obligarles a someterse. Esto estaría en consonancia con la tendencia de la propia definición que la izquierda no sionista israelí hace del conflicto, al autodenominarse muchas veces, movimiento anticolonialista. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el valor de Palestina no es tanto económico como simbólico, y debe su importancia estratégica más bien a los recursos naturales, en especial el petróleo, de los países vecinos. No hay que olvidar que el origen de dicho conflicto hay que buscarlo en la política colonialista del Reino Unido tras la Primera Guerra Mundial, cuando Palestina quedó como Mandato Británico, así como la de Estados Unidos como potencia hegemónica tras la Segunda Guerra Mundial ante la importancia de Oriente Medio en cuanto a proveedor de petróleo y consumidor de armamento. De hecho, actualmente, la ayuda militar de Estados Unidos a Israel por año asciende a la increíble cifra de 2.068 millones de dólares y la ayuda económica a 720 millones de dólares anuales  84.854.827.200 dólares desde 1949 (1.725 y 600 millones de euros respectivamente al cambio actual). Si a esto le añadimos todas las donaciones de carácter privado que los judíos sionistas norteamericanos efectúan a Israel -1,5 billones de dólares al año-, obtenemos la clave para entender el poderío económico y militar israelí en la zona. Sin embargo, a pesar de la decisiva importancia del apoyo estadounidense a Israel, si reducimos el conflicto palestino-israelí a un problema colonialista perderíamos las dimensiones étnicas y religiosas que hacen de este caso algo peculiar que lo han convertido en el punto de mira de todo el mundo.

Así pues, todas estas visiones tienen su parte de razón, pero la realidad va un poco más allá que la mera suma de todas ellas. Por tanto, si bien el sionismo recurre a la identidad nacional como elemento legitimador y el Islam es un componente fundamental del nacionalismo árabe, el conflicto ni es religioso ni étnico a secas, ya que existe una diversidad étnica entre los judíos y religiosa entre los palestinos. La forma más apropiada de resumir el conflicto israelo-palestino sería definirlo como un sistema de apartheid, en el cual una comunidad originaria de Europa u occidentalizada, con mayores recursos económicos, técnicos y militares, mantiene políticas de segregación sobre otra comunidad étnicamente distinguible que es además la población autóctona del territorio en cuestión. En es-te caso particular, la legitimación para llevar a cabo las políticas segregacionistas israelíes se fundamenta en la propia persecución secular del pueblo judío, que necesita de un “hogar nacional” para escapar a la misma, sin tener en cuenta que para solucionar el llamado “problema judío” se haya creado otro problema que está afectando a las relaciones del mundo árabe con Occidente. Este supuesto rechazo secular ha generado un complejo paranoico en los judíos reafirmado por el terrible holocausto perpetrado por los nazis durante la segunda guerra mundial. Desde este punto de vista muy propio del sionismo, el judío se contempla a si mismo como una eterna víctima sin un lugar en un mundo antisemita por definición, de forma que la única posibilidad de supervivencia del pueblo judío radica en la conquista de un territorio seguro, y que mejor para ello que la legendaria Tierra Prometida que su dios tribal les había regalado en sus relatos míticos.  Así, la ocupación de Palestina es definida como una guerra de supervivencia del tipo “o ellos o nosotros” que justifica las labores de limpieza étnica que se están llevando a cabo. Este razonamiento se convierte en fundamentalista desde el momento en que se tacha de antisemita todo lo que sea antisionista, y se elimina así, cualquier posibilidad de debate sobre el papel de Israel en el conflicto. Esto les permite calificar sin complejos a los palestinos como terroristas y legitimar con ello todas las vulneraciones de los derechos humanos que en este texto vamos a exponer. Por supuesto, hay un fallo lógico en este razonamiento, y es que olvida tener en cuenta tanto la cruel violencia que se ha dirigido contra los palestinos, como cualquier consideración moral del asunto. David Ben Gurion, considerado el padre del Estado de Israel, decía: “cualquiera que contemple el sionismo desde un punto de vista moral, no es un verdadero sionista”. Otro aforismo sionista popularizado a finales del siglo XIX hablaba de “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”, a pesar de que a principios del siglo XX estaba habitada por algo más de 700.000 personas (80% musulmanes, 10% cristianos, 8% judíos y 2% otros). Este dicho ayudó a forjar un supuesto imaginario, compartido y avalado por los países europeos, según el cual Palestina era una tierra semi desértica habitada por grupos de beduinos incivilizados. Así se establecería la dicotomía entre “civilización” y “barbarie” tan necesaria para justificar las empresas coloniales y que se sigue manteniendo en la actualidad.

La realidad de la violencia de los israelíes sobre los palestinos se remonta a los tiempos del mandato británico, cuando los sionistas más radicales de lo miles de colonos judíos que empezaban a acudir a Palestina formaron milicias paramilitares para llevar a cabo campañas de terror contra los árabes, mano a mano con el ejército británico en un principio. Los dirigentes de estas milicias, reputados terroristas que atentaron incluso contra los británicos cuando estos se opusieron a sus intereses, Ben Gurion, Menahen Beguin e incluso Isaac Shamir, fueron posteriormente elegidos primeros ministros de Israel. Estos habían dirigido comandos armados que asesinaron impunemente a miles de personas y desplazaron a cientos de miles de ellas, tal y como está empezando a reconocer la historiografía post-sionista ante la negación total de los historiadores sionistas que afirman sorprendentemente que el desplazamiento palestino fue voluntario. Y es que, durante la fundación del Estado de Israel en 1948, las milicias sionistas obligaron a desplazarse a unas 750.000 personas, todas de etnia árabe y habitantes autóctonos de la zona. Para ello destruyeron más de quinientas ciudades y pueblos, y cometieron masacres indiscriminadas de civiles desarmados, como la de Deir Yashin, en la que se asesinó a sangre fría a 254 mujeres, niños y ancianos desarmados. Con ello, Israel se apropiaba por la fuerza de 78% del terreno de la Palestina histórica bajo mandato británico, cuando legalmente la ONU sólo había conferido el 55%, y eso a pesar de que sólo componían un tercio de la población y que habían anunciado lo que ahora llamamos limpieza étnica en las zonas que les correspondieran. Después de esto, unas 150.000 personas que lograron permanecer en el nuevo estado judío de Israel pasaron a convertirse en lo que denominan como “árabes-israelíes”, aunque no por ello gozaran de todos los derechos de la ciudadanía ya que quedarían bajo jurisdicción militar hasta el 67.

Los 800.000 árabes-israelíes de la actualidad, descendientes de aquellos, no son por tanto considerados ciudadanos, sino extranjeros sin derechos sobre el territorio y se les discrimina sistemáticamente. Se puede decir por tanto que la discriminación institucional israelí comenzó con la propia fundación del Estado de Israel en 1948. Desde este mismo año los palestinos han sufrido una verdadera limpieza étnica: la expulsión ha sido sistemática, planificada y ejecutada, vulnerando los más mínimos derechos de las personas. Será a partir de 1967 cuando la segregación mostrará su cara más dura, convirtiéndose realmente en un sistema de apartheid en el que la sociedad palestina bajo la ocupación vive una erosión de las libertades, una fuerte represión, toques de queda indiscriminados, castigos colectivos y expropiación de tierras. Se añadiría con la ocupación una tercera dimensión del conflicto, la del apartheid sobre los habitantes de los Territorios Ocupados, sumada a los dos problemas previos generados por la creación del Estado de Israel: los millones de refugiados palestinos que aún hoy esperan retornar a sus casas y la discriminación antidemocrática de los árabes-israelíes.

El caso es que el nacionalismo israelí más radical, conocido como “gran sionismo”, establece reivindicaciones territoriales exclusivistas también sobre Cisjordania y la Franja de Gaza, arrebatadas ambas a Jordania y Egipto respectivamente en la Guerra de los Seis días del 67, junto con la meseta del Golán a Siria, actualmente anexionada ilegalmente a Israel y la península del Sinaí, devuelta a Egipto. La situación de ocupación que desde 1967 se vive en la Franja de Gaza y Cisjordania, llamadas “Territorios Ocupados”, ha generado un éxodo paulatino de otros cientos de miles de personas ante el brutal apartheid contra ellos dirigido por el ejército israelí, las temidas IDF (Fuerzas de Defensa de Israel). La llamada “única democracia de Oriente Medio” niega desde 1967 el derecho a una nacionalidad a los más de tres millones y medio de personas que viven en los Territorios Ocupados (casi la mitad en campos de refugiados), y con ello pierden todo derecho a tener derechos, a la vez que otros seis millones de personas han sido condenadas al exilio y viven en su mayoría en campos de refugiados en Jordania, Líbano y Siria. En los Territorios Ocupados, compuestos por la Franja de Gaza y Cis-jordania, las normas que rigen son las más de dos mil ordenanzas militares que regulan todos los aspectos de la vida y subordinan por completo la vida de los tres millones y medio de árabes-palestinos a la de los aproximadamente trescientos ochenta mil colonos judíos que se han instalado allí. En algunas zonas estas desproporciones se multiplican, así en el departamento de Nablus, que incluye ocho pueblos y dos campos de refugiados, 184.000 palestinos viven rodeados por ocho colonias israelíes con unos 6.000 colonos. En Gaza la desproporción es todavía aún mayor, pues 1.300.000 palestinos viven subordinados a 7.000 colonos israelíes que tienen completamente cercada a la población árabe. Es importante tener en cuenta que durante los años del proceso de Oslo, entre 1992 y 2000, en los que se suponía que estaba en marcha un proceso de pacificación, los colonos asentados en Cisjordania y Gaza se duplicaron, pasando de 109.784 a 213.672 personas. Esto excluye Jerusalén, cuya población colona pasó de 141.000 a 170.400 personas. Según el Ministerio del Interior Israelí, en la actualidad hay cerca de 150 asentamientos en Cisjordania y 16 en la Franja de Gaza. Estas colonias sionistas están directa e indirectamente subvencionadas por el gobierno israelí a través de la obtención de ventajas fiscales, de la concesión de subvenciones a la industria y al consumo y de la construcción de infraestructuras.

En los años 90, se construyeron 400 kilómetros de carreteras de circunvalación para los colonos, que además de ser motivo para la expropiación de tierras, actúan como enormes barreras entre las poblaciones palestinas, dejándolas aisladas entre sí y creando una geografía fragmentada en pequeños cantones, más de 200 en toda Cisjordania. Además, en las colonias funcionan milicias paramilitares armadas por el gobierno y desde ellas se construyen los llamados “enclaves ilegales”, supuestamente sin permiso del Estado israelí, y que posteriormente se convertirán en colonias, para lo que, con la protección del ejército, confiscan la tierra (la mejor tierra), destruyen pozos, o roban árboles a veces literalmente, pues muchos olivos son arrancados y trasladados (se estima en más de 100.000 los árboles arrancados). De este modo, la sociedad palestina ha sido fracturada desde 1948 y fragmentada en palestinos refugiados (más de 4.000.000 dispersos por varios países), palestinos de la diáspora (1.000.000 dispersos por América Latina, E.E.U.U y países del Golfo Pérsico), palestinos bajo ocupación israelí (3.300.000) y palestinos con estatus de ciudadano israelí (800.000).

Así mismo, se olvida el hecho básico de que la política de seguridad israelí, mediante la cual se justifican todas las violaciones de los derechos humanos se trata, en realidad, de una política ofensiva encaminada a la limpieza étnica y tiene como consecuencias precisamente la pérdida de la seguridad Adoptada y proclamada por la Resolución de la Asamblea General 217 A del 10 de diciembre de 1948.

(Continúa en el libro Violacion de Los Derechos Humanos en Palestina: Cronicas de Apartheid)

Comentario de laverdadysololaverdad:

Espero que esta humilde publicación no termine siendo un ataque contra mi persona como ANTISEMITA, como acostumbran hacerlo los defensores del Estado de Israel, o sionistas (entiéndase evangélicos u otros grupos pro-sionismo).  No entender la diferencia entre Judaísmo y Sionismo es clave para poder terminar catalogando de títulos ofensivos a otras personas (error que por lo demás yo cometí en algún tiempo, y del cual estoy completamente arrepentido).  Esta publicación no busca ser la última verdad acerca de este conflicto que se viene gatillando desde hace años, por el contrario, solo busca proporcionar información anexa a la que nos cuenta la historia que actualmente podemos leer en los libros, para que usted pueda hacerse una idea de la real embergadura del conflicto y el impacto que esta tiene en la profecías bíblicas y en el futuro inmediato de Oriente Medio.

Por eso aquí cabe puntualizar que, de la misma manera que no se puede responsabilizar a un cristiano corriente y moliente (comprometido con una praxis encomiable de sus creencias) de los desmanes cometidos por la Iglesia Católica, tampoco podemos caer en nuestra infantil tendencia a las generalizaciones, como le ocurrió a Hitler, que nunca pasó de la fase oral en su evolución personal, y por ello su intelecto, burdo, primario, pudo ser sutilmente manipulado por la propaganda sionista en un momento histórico en que el sionismo necesitaba inmolar al pueblo judío para luego elevarlo a la cúspide de poder entre los jerarcas que manejan el mundo. Pocos saben que el Nazismo representa el «mayor y más perverso autoatentado de la Historia», ante el cual el tremendo autoatentado del 11S queda reducido a un juego de niños. Por ello, cuidado, no podemos soltar sin empacho que a “todos los judíos hay que meterlos al mismo saco”.

Por fortuna cada vez son más las mentes que le ven las orejas al lobo y más las voces que tienen el coraje de deconstruir el Matrix de Sión introduciendo virus cognitivos en la sociedad. Porque para vencer a los «enemigos» hay que emplear sus armas: propaganda reactiva, subliminal, mediante autoatentados de la conciencia. Aunque la masa calla, es un buey indolente. El pueblo no se entera de la misa la media, nada en su pueril ignorancia. Sigue a pies juntillas los dictados de Matrix. Porque el pueblo no dispone de recursos para contrarrestar la inercia conductual de Matrix. El pueblo ha sido convenientemente sedado para que se muestre insensible cuando la verdad pasa ante sus narices, y a los que nos desgañitamos propagando la verdad, Matrix nos ha adjudicado el sambenito de “conspiranoico”, término que, según yo lo veo, viene a significar: psicópata de la verdad.

En definitiva, el lobby de Israel propicia que las políticas estadounidenses en Oriente Medio rara vez reflejen los intereses y valores nacionales de USA. ¿Qué enemigos reales tiene allí EE.UU.? Ah, pero los medios de comunicación no se cansan de inventárselos, llegando al absurdo de demonizar a los musulmanes, que bastante tienen con lavar sus propios trapos sucios. Porque digámoslo de una vez: Bin Laden es un invento sionista de pies a cabeza. Ha sido una de las marionetas más obsequiosas en el juego del Matrix. Y lo saben bien los políticos yanquis con estrechos vínculos con Israel, ya sean neoconservadores o neoliberales, puesto que gracias a esos oportunos peones del sionismo, que ocupan puestos clave en las diferentes administraciones, el Departamento de Estado, el Pentágono y los medios de comunicación, puede propiciarse esta galopante distorsión de la realidad que se respira en la atmósfera. Dale, dale. Sigue, sigue. Hay que papearse hasta las heces la ola de islamofobia. Islamofobia en pepitoria. Es el plato de moda. ¡Odiemos a los musulmanes! ¡Temámosles! No hacerlo equivaldría a abjurar de nuestra filiación futbolística al Real Madrid o al Barcelona.

No quiero seguir abusando de su infinita paciencia, amigos lectores. Para finalizar, repito la puntualización con la que inicié este comentario, porque conviene dejar esto meridianamente claro: cometeríamos un error necio, flagrante, si equiparamos a los judíos con los sionistas, si reducimos la identidad judía al binomio judío = sionista. Es un aviso para los librepensadores: si piensas que sionista y judío son la misma cosa, considérate un digno sucesor de Hitler. Decir que todos los judíos son sionistas alimenta precisamente la propaganda sionista. Porque el Sionismo nos reprograma mentalmente adoptando la piel de cordero, de víctima. El Sionismo necesita asumir el papel de “víctima propiciatoria”. Porque la condición humana, buena y noble por naturaleza (aunque también cómoda y cobarde), no se puede manipular desde postulados dictatoriales. Para poder manipular la condición humana hay que engañarla, hay que malversarla.

He dicho!

Jua 8:31 Decía entonces Jesús a los judíos que le habían creído: Si vosotros permanecéis en mi palabra, sois verdaderamente mis discípulos;
Jua 8:32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
Jua 8:33 Le respondieron: Descendencia de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?
Jua 8:34 Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo el que practica el pecado es esclavo del pecado.
Jua 8:35 Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo queda para siempre.
Jua 8:36 Así que, si el Hijo os liberta, seréis verdaderamente libres.
Jua 8:37 Sé que sois descendencia de Abraham, pero procuráis matarme porque mi palabra no tiene cabida en vosotros.
Jua 8:38 Yo hablo lo que he visto en la presencia del Padre, y vosotros hacéis también lo que oísteis del padre.
Jua 8:39 Respondieron y le dijeron: Nuestro padre es Abraham. Jesús les dice: Si fuerais hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais.
Jua 8:40 Pero ahora procuráis matarme, a un hombre que os ha hablado la verdad, la cual oyó de parte de Dios. No hizo esto Abraham.
Jua 8:41 Vosotros hacéis las obras de vuestro padre. Le dijeron: Nosotros no hemos nacido de fornicación. Un solo padre tenemos: Dios.
Jua 8:42 Jesús les dijo: Si Dios fuera vuestro padre, ciertamente me amaríais, porque Yo procedo y he venido de Dios. No he venido de mí mismo, sino del que me envió.
Jua 8:43 ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis oír mi palabra.
Jua 8:44 Vosotros sois de vuestro padre, del diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer; él era homicida desde un principio y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de lo suyo habla, pues es mentiroso y padre de ella.
Jua 8:45 Pero a mí, que digo la verdad, no me creéis.
Jua 8:46 ¿Quién de vosotros me redarguye de pecado? Si digo verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?
Jua 8:47 El que es de Dios, oye las palabras de Dios, por esto no oís vosotros, porque no sois de Dios.
Jua 8:48 Respondieron los judíos, y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros que tú eres samaritano y tienes demonio?
Jua 8:49 Jesús respondió: Yo no tengo demonio, sino que honro a mi Padre y vosotros me deshonráis.
Jua 8:50 Pero Yo no busco mi gloria; hay quien la busca y juzga.
Jua 8:51 De cierto, de cierto os digo: Si alguno guarda mi palabra, de ningún modo verá muerte eterna.
Jua 8:52 Los judíos entonces le dijeron: Ahora sabemos que tienes demonio. Abraham murió, también los profetas; y tú dices: Si alguno guarda mi palabra, de ningún modo verá muerte eterna.
Jua 8:53 ¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Abraham, el cual murió? ¡También los profetas murieron! ¿Quién te haces a ti mismo?
Jua 8:54 Jesús respondió: Si Yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada es. Es mi Padre el que me glorifica, el mismo que vosotros decís: Es nuestro Dios.
Jua 8:55 Y no lo habéis conocido, pero Yo lo conozco. Y si dijera que no lo conozco, sería semejante a vosotros, mentiroso; pero Yo lo conozco, y guardo su palabra.
Jua 8:56 Abraham vuestro padre se regocijó de que vería mi día, y lo vio y se alegró.
Jua 8:57 Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?
Jua 8:58 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham llegara a ser, Yo SoY.
Jua 8:59 Tomaron entonces piedras para arrojárselas, pero Jesús se ocultó y salió del templo.

Fuentes:

http://es.scribd.com/doc/7384236/Violacion-de-Los-Derechos-Humanos-en-Palestina-Cronicas-de-Apartheid

Declaración de los derechos universales Adoptada y proclamada por la Asamblea General en su resolución 217 A (III), de 10 de diciembre de 1948: http://ssj.app.jalisco.gob.mx/coesaen/decUniver.pdf

RESOLUCIONES APROBADAS POR LA ASAMBLEA GENERAL DURANTE EL 3° PERÍODO DE SESIONES

http://www.un.org/spanish/documents/ga/res/3/ares3.htm

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