NOTA: Al final de este artículo puedes descargarte GRATIS un completo PDF con imágenes y/o audio sobre el tema Ciencia y Biblia.
El progreso contra la cerrazón, la verdad contra la superstición, la ciencia contra la fe… Todos hemos escuchado expresiones semejantes cuando alguien dice que hay una supuesta incompatibilidad entre hacer ciencia y creer en el Dios de La Biblia. Pero tal contradicción es un mito que surge más del que de la razón, aunque debemos reconocer que en parte fue fomentado por algunos cristianos que se acercaban a la Biblia como un libro en el que todas sus partes -ya fuesen literales, poéticas o figuradas- debían siempre interpretarse en clave literal. Bajo esta extraña manera de acercarnos al texto sagrado estos creyentes presentaban la Sagrada Escritura ante el mundo como un libro que trataba de revelar misterios de la geología, antropología, o astronomía, entre otras disciplinas científicas. Esta manera distorsionada de acercarse a la Escritura viene de lejos, pues ya en el siglo VI nos encontramos al religioso egipcio Cosmas, quien escribiría un libro con pretensiones científicas titulado «Topografía Cristiana» *1. Sí, como si hubiese una topografía animista, otra islámica, otra de los Hare Krishna y así hasta llegar a la topografía al chilindrón. Como ya el lector se estará imaginando, el Universo-Caja de las interpretaciones supestamente bíblicas de Cosmas poco tenían que ver con la realidad. Desde entonces, y hasta ahora, no han faltado voces que nos han descrito infinidad de teorías seudocientíficas, las cuales -dicen- están reveladas en la Biblia. A menudo son las mismas voces que condenan sin reparos cualquier descubrimiento o tesis que no encaje con las particularísimas interpretaciones «científicas» que ellos atribuyen a la Palabra de Dios. Visto el cúmulo de rectificaciones y despropósitos acumulados durante años ya debería quedar claro que esta forma de actuar provoca justamente el resultado contrario al deseado porque muestra una injusta imagen de una Biblia anticientífica y falaz.
GALILEO Y BACON CONTRA LOS «DESVIRTUABIBLIAS«

Así era el Universo-Caja que describía La Biblia según la interpretación del religioso Cosmas. Su Topografía Cristiana, obra del siglo VI, se realizó con pretensiones científicas.
Esta mala manía de usar la Biblia como un libro que se acopla a las peculiares teorías del momento ya fue denunciada por Galileo Galilei, quien no tenía ningún problema con su fe cristiana ni con la Biblia, pero sí con sectores importantes de la Iglesia Católica, tal y como él mismo narra:
«[…] Pero diría más, si me es lícito exponer mi parecer, que tal vez convendría más al decoro y a la dignidad de esas Sagradas Escrituras el procurar evitar que cualquier ligero y vulgar escritor pudiese, para conferir autoridad a sus escritos, muy a menudo fundados sobre vanas fantasías, desparramar en ellos citas de las Sagradas Escrituras interpretadas o, mejor, estrujadas con sentidos tan alejados de la recta intención de esa Escritura, como cercanos a la mofa de aquellos que, no sin alguna tesis transformista radical » *2.
El conocido científico Francis Bacon insistía también en esta misma línea:«Dar a la fe lo que le corresponde a la fe y distinguir claramente entre el libro de la Palabra de Dios y el libro de sus obras es la premisa fundamental de una sana y legítima filosofía natural. […] el conocimiento no puede sino constituir una eficaz incitación a la exaltación de la gloria de Dios, así como un singular antídoto contra la incredulidad y el error […]. La teología revela la voluntad de Dios: la ciencia su poder».*3.
Tampoco se puede tomar como mera coincidencia que la revolución científica se diera en los países donde, tras la invención de la imprenta, la Biblia pasó de ser un libro inaccesible a una obra de dominio público: «A partir del siglo XIII, […] la Escolástica había encadenado la actividad científica con el aristotelismo. Este seguimiento servil y exangüe del modelo aristotélico iba a traducirse en episodios como el proceso a Galileo, partidario de un modelo empírico. Los reformadores defendieron no solo la ruptura con un sistema filosófico que identificaban -no sin razón- con el paganismo, sino además una observación directa de la
«Kepler, Boyle, Faraday, Maxwell, Newton, Leibnitz… creyentes que aplicaron el mandato divino de: «conocer y sojuzgar la Tierra».»
Naturaleza, partiendo del principio bíblico de ‘Conocerla y sojuzgarla‘ contenido en el primer libro de la Biblia. A partir de ese momento, la ciencia iba a convertirse en casi monopolio de los países protestantes o con poblaciones protestantes. En tiempos contemporáneos, tanto Alfred North Whitehead (1861-1947), director del Instituto de Estudios Avanzados de Princenton, como J. Robert Oppenheimer (1904-1967) reconocerían en distintas obras cómo la base de la ciencia moderna se hallaba en el cristianismo y, de manera muy especial, en la versión protestante del mismo. Los ejemplos al respecto son muy abundantes. Francis Bacon, al que se ha denominado el mayor profeta de la revolución científica, señalaría en su Novum Organum Scientiarum (1620) la base bíblica de la investigación científica.A su caso pueden añadirse los de Johannes Kepler y Robert Boyle, los de Michael Faraday y Clerk Maxwell, los de Newton y Leibnitz, ejemplos estos dos últimos en verdad paradigmáticos, ya que no solo se entregaron a la investigación científica, sino que además redactaron interesantes tratados de teología».*4.
EL GÉNESIS

Imágenes de Tiamar y Marduk, personajes principales del relato de la creación del mundo según los babilonios. La Biblia afirma que este poema (Enuma Elish) era leído por estos pueblos cada año nuevo.
A años luz de nuestra forma de entender el mundo, debería ser obvio que la redacción del primer libro de la Biblia, el Génesis (carta fundamental en esta partida), no tuviese alguna pretensión de convertirse en un catálogo de eras geológicas ni de taxonomía. Toda esta discusión acerca de la creación y evolución es un debate moderno que importaba un pimiento a las asediadas tribus hebreas para las que se escribió el fascinante libro del Génesis. Aquel pequeño grupo humano que durante mucho tiempo vivieron rodeado de superpotencias como Egipto o Babilonia necesitaba una respuesta existencial ante las inquietantes cosmogonías de sus inmutables y poderosos vecinos.
La Biblia recoge cómo los Babilonios leían en la fiesta de año nuevo el relato de la lucha entre Tiamat y Marduk, una historia mitológica que describía como los despojos corporales de estos seres superiores formaban un universo conocido en donde los elementos armadores del paisaje eran dioses a los que los humanos debían adorar… ¿Y qué tenía que decir Yavé, el Dios de la Biblia, al respecto? En medio de este desconcierto surge la respuesta del Dios de los hebreos. El libro del Génesis llega y ofrece claves para problemas de identidad, esclavitud y sentido para la vida que se escapan a nuestra percepción moderna. La Biblia comienza con mensaje único, provocador, pero sobre todo liberador. Un sólo ejemplo de esta revolución mental: «Y creó Dios la lámpara del día el Sol, y la lámpara de la noche la Luna» (Génesis 1, 16). Hoy lo leemos esto como una frase cursi para niños de clase de religión, pero en aquellos tiempos suponía un escándalo y reto únicos y transgresores como pocos en la historia de la humanidad. En esta cita aparentemente infantil los imponentes dioses lunares babilonios quedan reducidos a la categoría taxonómica de cosas. La Luna no era el Gran dios babilonio Sin sino una lámpara creada por Yavé, el único Dios verdadero al que adoraban los judíos. Ahí es nada. ¿Y Egipto? El gran Ra, el Faraón Hijo del Gran Dios Sol… ¿hijo de quién?, o mejor dicho… ¿hijo de qué? ¡Hijo de una cosa creada además por el único Dios verdadero y digno de adorar! Tampoco es ninguna coincidencia que las clásicas divinidades paganas (los grandes mamíferos, aves, monstruos marinos…) constituyan los elementos básicos de los seis días o periodos de la creación bíblica.
Todo esto era un sistema de vida dado en La Biblia para liberarse de los caprichos de los dictadores y sacerdotes. El Génesis nos presenta un relato del que ya no percibimos su divina inspiración y trascendencia, pues gracias a él se asumió que ya no había que someterse a la esclavitud por miedo a la ira de los dioses de la naturaleza. Se les acabó el chollo. Los hijos de Yavé sabían ahora que las cosas eran cosas y punto. Grandiosa respuesta a problemas ajenos a los debates acerca de los fósiles de Arqueopterix o sobre la radiación de fondo y la teoría del Big Bang. Y es que el acercamiento a Las Escrituras no sólo impide el coherente devenir de la ciencia, sino más bien lo contrario. La lectura de la Biblia provocó en muchos una actitud escrutadora en pro del avance científico dentro de una ética sublime. Y si no, basta mencionar a Kepler, Boyle, Faraday, Maxwell, Newton, Leibnitz o nuestro contemporáneo Francis Collins, descubridor del genoma humano y quien se convirtió a Jesucristo por causa de su trabajo como científico. Son creyentes que aplicaron el mandato divino de: «conocer y examinar La Tierra» (Génesis 1, 18) e hicieron ciencia como Dios manda. Y es que a pesar de las muchas y extrañas tesis que corren entre nosotros, la libertad emanada en el libro del Génesis no deja de abrumarnos. Y eso que es sólo El Principio de lo que Dios tiene que decirnos.
© Por Delirante.org
Algunas de estas ideas están extraídas en parte de la conferencia organizada por Delirante e impartida por el científico y escritor Pablo de Felipe (Doctor en Bioquímica y Biología Molecular, investigador en la Universidad Saint Andrews de Escocia) y que puedes escuchar en Mp3 Audio (60 min. aprox.) o leer el PDF de la charla con imágenes.
*1. Cosmas Indicopleustes. Topographie chrétienne. París: Les Éditions de Cerf 1968.
*2. Galileo Galilei, Carta a Cristina de Lorena y otros textos sobre ciencia y religión.
Madrid: Alianza Editorial 1987
*3. Tomado del libro El Avance del Saber, Mª Lusa Balseiro (trad).
Madrid: Alianza Editorial 1988, pp. 14 y 15
*4. Vidal Manzanares, César. El Legado del Cristianismo en la Cultura Occidental.
Madrid: Espasa-Calpe. 2000, p. 189
Debe estar conectado para enviar un comentario.