Medio Oriente se desmorona junto a la política exterior de Barack Obama

Miles han muerto en Siria y cada día se derrama más sangre. Irán a tiro de piedra de un arma nuclear, amenazando la misma existencia de Israel. Y en Egipto, a 19 americanos se les ha prohibido abandonar el país, haciendo de ellos auténticos rehenes en una tierra hostil. Todas las señales dicen que Medio Oriente se está desmoronando y la política exterior del presidente Obama colapsa junto con la zona.

Fíjense primero en Homs, Siria — el epicentro de un levantamiento de 11 meses contra el brutal gobierno de Bashar al-Asad, que envía la muerte sobre su pueblo cada minuto del día. Naciones Unidas estima que el régimen de Asad ha matado más de 5,000 manifestantes en los últimos once meses y sólo el viernes noche mató a 200. La Liga Árabe ha emplazado observadores en el país, cuya misión es supervisar el cumplimiento de un plan de paz. Eso ha fracasado.

La administración Obama se precipitó a ir al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas e intentó  aprobar una resolución que exhortaba a Asad a dejar el poder. Predeciblemente, China y Rusia vetaron la resolución. El lunes, Estados Unidos finalmente cerró las puertas de su embajada en Damasco y retiró al personal diplomático debido a constantes problemas de seguridad. Mientras tanto, los expertos en inteligencia están examinando el riesgo de que terroristas controlen los depósitos de armas de Siria en caso de que caiga el régimen de Asad.

Al este, en Irán, la búsqueda a toda máquina de armas nucleares que lleva a cabo el régimen está alcanzando su máximo. El secretario de Defensa Leon Panetta recientemente comentó que el país podría construir una bomba en un año y tener los medios de enviarla a larga distancia uno o dos años después.

Finalmente, en Egipto, varios oficiales publicaron una lista de 43 personas, incluidos 19 americanos, acusadas de interferir con las políticas internas de Egipto. No se les permite abandonar el país y podrían ser llevadas pronto a juicio sobre alegaciones de que financiaron ilegalmente grupos políticos en las elecciones parlamentarias de Egipto. James Phillips, de Heritage, explica que “se han convertido en rehenes en una lucha de gran alcance: la lucha por la libertad en Egipto contra una alianza diabólica entre el gobierno militar provisional y los partidos islamistas que asumirán pronto el poder”.

El presidente Obama y miembros de su gabinete intentaron contactar con líderes egipcios sobre este asunto, pero en las palabras de Lorne Craner, director de la organización pro-democracia IRI, “las cosas están empeorando . . . Todos nos preguntamos qué sucede. He hecho dos visitas al Departamento de Estado y una al [Consejo de Seguridad Nacional]. Si el presidente llamase a alguien, algo se arreglaría”. Pero como fue el caso con el presidente Jimmy Carter, la Casa Blanca parece indefensa cuando hay americanos cautivos.

Ninguna de estas crisis ocurre porque sí — excepto por la ausencia de una bien pensada estrategia de Estados Unidos para tratar con estas condiciones que siempre andan empeorando. Desde que llegó al cargo el presidente Obama ha seguido una estrategia diplomática de encanto y comedimiento: intentando que se alcanzase la paz entre Israel y Palestina, tratando con Siria e Irán y retirándose de Irak. Ahora vemos los resultados.

Irán, ese renegado internacional, sigue su ascenso junto con su amenaza al mundo. Miles han muerto en Siria bajo un brutal dictador mientras la comunidad internacional hace inanes condenas. Israel, aliado de Estados Unidos, parece listo para encargarse por su cuenta de estos asuntos para asegurarse de su supervivencia, mientras las perspectivas de la paz con Palestina siguen siendo mínimas. Hay ciudadanos de Estados Unidos atrapados en Egipto mientras islamistas antioccidentales intentan consolidar su poder. Y las perspectivas otrora pacíficas en Irak se han ido al garete a causa de un ataque terrorista tras otro después de que las fuerzas militares de Estados Unidos se fueran de allí. Obama ha fracasado permanentemente a la hora de salvaguardar los intereses de Estados Unidos en la región o en tomar iniciativas proactivas eficaces para tratar con la amenaza de un creciente extremismo y una violencia en aumento que podría llevar al conflicto regional.

Hay acciones que Estados Unidos puede y debe tomar. Phillips explica que, en Siria, “la mejor asistencia que puede dar Estados Unidos para disminuir el sufrimiento de los sirios es ayudar a acelerar la caída del régimen de Asad”. Y lo puede hacer trabajando con los aliados europeos, Turquía y los estados árabes para escalar las sanciones, dar socorro humanitario a los refugiados y proporcionando apoyo diplomático y económico a la oposición siria — mientras se abstiene de intervenir militarmente.

Para hacerse cargo de Israel e Irán, Phillips y James Carafano aconsejan que Estados Unidos tenga una clara política, sin ambigüedades, de protegerse a sí misma y a sus intereses.

En lo referente a Egipto, Phillips escribe que Estados Unidos debería “congelar la ayuda exterior americana a El Cairo y dar a los nuevos líderes de Egipto un ultimátum: O liberan a los rehenes americanos o perderán de modo permanente la ayuda exterior de Estados Unidos así como cualquier ayuda americana para refinanciar la onerosa deuda nacional de Egipto”.

Más en general, el presidente Obama debe cambiar de forma fundamental de rumbo en Medio Oriente. Su política de encanto diplomático no ha funcionado y el mundo ve los resultados. Medio Oriente está derrumbándose y una ineficaz y paralizada administración Obama está liderando desde atrás con una política exterior que ha fracasado por completo ante las rápidamente cambiantes condiciones a lo largo del Mediterráneo sur y más allá, con consecuencias que retumban en todo el planeta.

Fuente: http://www.elojodigital.com/contenido/10530-medio-oriente-se-desmorona-junto-la-politica-exterior-de-barack-obama

La mentira del dinero: el Matrix de Sión

¿Te has preguntado alguna vez por qué la mayoría de nosotros no nos hemos preguntado alguna vez por qué en las escuelas no se enseña el origen y el funcionamiento del dinero? Pues bien, dejo al arbitrio de tu inteligencia dilucidar esas dos cuestiones: el hecho de tan sospechosa censura en el sistema de enseñanza oficial, y el hecho de que al llegar a la madurez no dispongamos de la suficiente objetividad para reparar en tal censura.

Matrix está por todas partes. Está a nuestro alrededor. Se puede ver cuando se mira por la ventana o al encender la televisión. Lo percibes cuando vas a trabajar, cuando vas a la iglesia, cuando pagas tus impuestos. Es el mundo que han puesto ante tus ojos para ocultarte la verdad. Morpheus – de la película «The Matrix».

Para poder comprender la verdadera naturaleza del dinero, hay que comprender primero la verdadera naturaleza del ser judío (y de ser judío también), puesto que el dinero es un invento enteramente judío, desde los primeros pagarés emitidos por los Goldsmith para sustituir al oro, hasta la creación del todopoderoso dólar y luego del euro (que tantos estragos nos está causando).

Vivimos la crónica de una muerte largamente anunciada. Centrémonos en USA, que es al tiempo víctima y verdugo (la principal víctima y el principal verdugo) en el Matrix que vivimos. El bueno de Washington supo anticipar las terribles consecuencias (autoatentados 11S, por ejemplo) que acarrearía para su pueblo la fascinación que experimentaba por el pueblo elegido. Porque también Washington supo comprender que en el seno de ese pueblo elegido anidaba una demoledora (y nunca mejor dicho) ambición de poder. Pues sí, ya los estadounidenses de entonces experimentaban una fascinación insuperable por los judíos, y en buena medida esa fascinación está más que justificada: podría escribirse una enciclopedia enumerando los méritos demostrados, a todos los nivelas, por judíos de todos los colores. El problema es que, en el teatro de la vida, a ese hermano pequeño superdotado le ha tocado jugar el papel de Caín. Así que el bueno de Abel-USA va directo al matadero como un corderito. Porque el hermano pequeño superdotado muerde, y lo hace mediante una manipulación refinada, perversa, profunda, que sabe mover hasta los hilos del inconsciente, ya sea individual o colectivo. Y ese mordisco (que sería injusto asociar a la totalidad del pueblo judío, atribuírselo a la totalidad del pueblo judío) con el tiempo lo ha acaparado el Sionismo (este grupo de poder lo fundó oficialmente un tal Theodor Herzl en 1897, según nos cuentan, lo cierto es que empezó a actuar mucho antes: trataré esta cuestión en otro artículo), aunque dicho mordico siempre ha estado latente en la condición del pueblo judío, en la naturaleza intrínseca de toda persona nacida entre los elegidos. Ese mordisco es, ni más ni menos, la Voluntad de Poder.

Cierto es que también Abel tiene su propia ración de voluntad de poder, aunque la suya es una voluntad de poder mucho más previsible. Abundando en este paralelismo bíblico, podría decirse que Abel está representado por el binomio cristianismo-Iglesia Católica. Es decir, que la voluntad de poder de Abel se manifiesta en el brazo armado del cristianismo, en la Iglesia Católica. De todos son conocidas las aberraciones cometidas por esa voluntad de poder emanada de Abel. Porque son visibles. Son el producto de una mentalidad simple. Abel, por ello, es que el que da la cara. Es el elegido oficial. Es USA. Y por detrás tenemos al elegido extraoficialmente. Al verdadero elegido (porque es jodidamente astuto). Al autoproclamado pueblo elegido. A Caín. A los judíos, cuya voluntad de poder se ha materializado en ese movimiento, muy poco conocido y pésimamente analizado, que responde al nombre de Sionismo.

Por eso aquí cabe puntualizar que, de la misma manera que no se puede responsabilizar a un cristiano corriente y moliente (comprometido con una praxis encomiable de sus creencias) de los desmanes cometidos por la Iglesia Católica, tampoco podemos caer en nuestra infantil tendencia a las generalizaciones, como le ocurrió a Hitler, que nunca pasó de la fase oral en su evolución personal, y por ello su intelecto, burdo, primario, pudo ser sutilmente manipulado por la propaganda sionista en un momento histórico en que el sionismo necesitaba inmolar al pueblo judío para luego elevarlo a la cúspide de poder entre los jerarcas que manejan el mundo, esos a los que yo llamo besugos en mis obras literarias. Pocos saben que el Nazismo representa el mayor y más perverso autoatentado de la Historia, ante el cual el tremendo autoatentado del 11S queda reducido a un juego de niños. Por ello, cuidado, no podemos soltar sin empacho que “todos los judíos son unos hijos de puta”.

En cualquier caso, la Biblia acierta, como en otras muchas cosas, al presentarnos el rollo patatero de Caín y Abel, o Abel y Caín. Porque se trata de una idea perfectamente extrapolable a la lucha de poder que durante centurias ha venido desarrollándose en la órbita de influencia de judíos y cristianos (y de sus satélites, que se han visto irremediablemente afectados). Simplificando: Abel-cristianismo-Iglesia Católica-USA. Caín-judaísmo-Sionismo-Israel. Estos hermanos se detestan, se odian, se quieren y se adoran, de todo un poco, como todos los hermanos, y eso se quedaría ahí, sin más, de no ser porque el hermano pequeño necesita matar al hermano mayor para demostrar que él es el verdadero elegido. Por ello Caín, que en realidad le da cien vueltas a Abel, todo hay que decirlo, ha ido refinando su capacidad de sugestión, hasta el punto que ha llegado a convertirse en un hipnotizador de su hermano mayor. Resultado: desde hace mucho, mucho tiempo, Abel es una marioneta de Caín. Traducido: USA es una marioneta de Israel, y más concretamente del poderosísimo entramado sionista. En definitiva, el iluso de Abel, creyendo conquistar la gloria suprema gracias a los consejos de Caín, se dirige ciegamente hacia un precipicio mortal. Y lo que es peor, nos está arrastrando en su vertiginosa pendiente a todos los que nos encontramos bajo su (en teoría omnisciente) influencia. Incluidos nosotros, pobres españolitos, que en su día expulsamos a los judíos porque pensamos que Abel era más listo… Si se trata de apostar por el poder absoluto, corrosivo, demoledor, hay que apostar por el caballo ganador, ¿no? Vamos, digo yo.

Esta es la perla que nos legó el bueno de Washington en su discurso de despedida, allá por el año 1796:

«… El apego apasionado de una nación por otra engendra un sinfín de males. La simpatía por la nación favorita facilita la ilusión de un interés imaginario común en los casos donde no existe un verdadero interés común, la asunción como propias de las enemistades de la otra, y la participación en disputas y guerras sin incentivo adecuado o justificación.

… Esta conducta aberrante provoca que los ciudadanos ambiciosos, corruptos o ilusos (Bush, je, je) potencien a la nación favorita, traicionando o sacrificando los intereses de su propio país.

… Dicha conducta resulta particularmente alarmante para el patriota verdadero, ilustrado e independiente. ¡Cuán fácil resulta para fascinadores y fascinados avivar las disensiones internas, practicar las artes de la seducción, engañar a la opinión pública y manipular los órganos de gobierno! … Contra las asechanzas insidiosas de la influencia extranjera, el celo vigilante de un pueblo libre debe estar siempre despierto… »

El apoyo incondicional a Israel le está costando a USA miles de millones de dólares, innumerables vidas, la pérdida de credibilidad moral en el mundo y un drástico recorte de libertades nacionales. Bien, vayamos entrando en materia. Cifras. Los contribuyentes estadounidenses entregan más de 8 millones de dólares por día a Israel, una nación que no llega a los siete millones y medio de personas (sólo en New Jersey hay más). Israel ha recibido más dinero estadounidense que cualquier otra nación en la tierra. USA entrega más dinero a Israel que a todos los países africanos juntos. Entre 1950-53, USA entregó a Israel mil millones de dólares, aunque Israel en ese tiempo contaba tan sólo con 1,6 millones de habitantes. En los últimos 40 años, los contribuyentes estadounidenses han dado a Israel aproximadamente 200.000 dólares por familia israelí de cinco miembros. Pero hay más. La ayuda de EE.UU. a Israel se materializa en un solo pago al inicio del año fiscal. Dado que EE.UU. está operando con déficit, tiene que pedir prestado ese dinero (a los bancos judíos, qué incongruencia) que altruistamente le abona a Israel, y luego pagar durante un tiempo indefinido (a esos mismos bancos judíos) los intereses que genera el préstamo. Por contra, Israel hace que ese dinero (que USA le entrega porque sí, sin justificarlo ante sus contribuyentes, y por el que USA encima tiene que pagar intereses a los bancos judíos, ya que han sido los propios bancos judíos los que se lo han prestado) devengue intereses. Para ello, el Congreso de USA dispuso en su momento que la ayuda (desinteresada, a fondo perdido) a Israel, fuese depositada en una cuenta (que devenga suculentos intereses) del Banco de la Reserva Federal.

Pero la hemorragia de pasta no acaba ahí. Anualmente, USA tiene que untar con cerca de mil quinientos millones a Egipto y con novecientos millones a Jordania, en virtud de disposiciones adoptadas para propiciar una relación cordial de esos países con Israel. Por otra parte, los fabricantes estadounidenses han perdido miles de millones de dólares debido al boicot árabe propiciado por las acciones israelíes. No olvidemos el batacazo para los consumidores estadounidenses de petróleo durante la recesión desatada por el boicot petrolero del mundo árabe como respuesta al apoyo de EE.UU. a Israel en la guerra de 1973. Se podría redactar una lista más que extensa de los perjuicios económicos que le ha reportado a USA su patológica simbiosis con Israel. Un informe redactado por el economista del Colegio de Guerra del Ejército que en el 2003 tuvo la feliz idea de calcular el monto total que a USA le ha costado su hermandad con Israel desde los años sesenta, arrojó la sorprendente cifra de… ¡3 billones de dólares!

Luego tenemos la guerra de Irak. Balance: cientos de miles de vidas y más de 3,000,000,000,000 $, que se dice pronto. La guerra de Irak, que fue promovida por los partidarios de Israel. Una guerra que sigue añadiendo miles de millones de dólares a la deuda federal. Una guerra crucial, que muchos economistas señalan como uno de los factores desencadenantes de la actual crisis económica. Aunque esos mismos economistas ahora se desmelenan animando al personal para que la historia se repita, esta vez poniendo como protagonista estelar en el papel de malo malísimo a… ¡Irán! <<¡Hay que hacer la guerra, cueste lo que cueste! ¡Es lo que más mola! Porque luego hacemos pelis de puta madre que recaudan un pastón en las taquillas de todo el mundo. ¡Apoyemos a los judíos en sus interminables escaramuzas! ¿Qué importa que los estadounidenses tengamos una tasa de desempleo más alta que Israel, y que los bancos judíos hayan robado sus casas a 10 millones de familias estadounidenses? ¿Acaso ignoráis que está de moda ayudar al pueblo elegido a través de los impuestos? ¿Hay acaso mejor forma de ganarse el cielo?>>

Es tan triste comprobar cómo se repite la historia. Es tan triste comprobar la colosal manipulación colectiva de la que es capaz el Matrix sionista. Las mentes pensantes del Sionismo son acojonantes. Los cerebros grises sionistas son los putos amos de la Historia moderna. ¡Son los putos amos! Cómo han hecho bailar a su comba tanto a los necios-psicópatas como Hitler como a mentes presuntamente preclaras: Marx, Freud, Darwin, Nietzsche, Einstein. ¡Les resulta tan fácil! Si han podido doblegar con su Matrix a intelectuales que para nosotros son la crema de la crema, ¿ha de extrañarnos que hagan lo mismo, una y otra vez, con un pueblo inmaduro y arrogante como el estadounidense? ¡USA es el títere PERFECTO en manos de la letal voluntad de poder sionista! ¡Cómo supieron manipular los ideólogos sionistas al mentecato de Hitler para que se convirtiese en el brazo ejecutor del perverso plan de autoinmolación que ellos habían cocinado en la sombra, en la mesa de arquitectura donde Sión, cual Gran Arquitecto Universal trazando su demoledor plan de dominación mundial!

Porque has de ser víctima para luego ser verdugo-ejecutor. Así es como seduces a las mentes impresionables que se dejan llevar por las apariencias. ¿Acaso hay un político de talla que pueda hacer frente a Sión? Por grande y poderoso que sea ese político, si comete el desacato de enfrentarse a Sión, se verá en el cuadrilátero de la lucha de poder reducido a un pelele ante el que Sión, como Tyson en sus mejores momentos, arrancará sus pretensiones de un certero mordisco (ni siquiera tendrá que usar los puños). Pero es que encima se lo estamos poniendo a huevo a los sionistas. ¿Qué dirigente político puede siquiera captar su interés? Bush hijo era un presidente adolescente salido de las películas para quinceañeros de Hollywood. Por eso fue fácil convencerle para que aceptase sin pestañear la espeluznante trama del 11S. Y para que diese la cara (esto a Bush hijo le costó un poco más: hay un vídeo muy explícito que le muestra totalmente acobardado frente a los periodistas). Pero Bush hijo tiró para adelante gracias a la férrea guía de su padre, puesto que Bush padre, mucho más involucrado en la trama sionista desde sus tiempos de presidente (y además provisto de alguna neurona más en el coco), tenía bien aprendida la lección. Es decir, había aceptado a pies juntillas su papel de perro guardián. Sabía distinguir bien la mano del amo que le daba de comer. Y como buen perro guardián mordía la mano que no era la del amo que le daba de comer.

Por fortuna cada vez son más las mentes que le ven las orejas al lobo y más las voces que tienen el coraje de deconstruir el Matrix de Sión introduciendo virus cognitivos en la sociedad. Porque para vencer a los besugos hay que emplear sus armas: propaganda reactiva, subliminal, mediante autoatentados de la conciencia. Aunque la masa calla, es un buey indolente. El pueblo no se entera de la misa la media, nada en su pueril ignorancia. Sigue a pies juntillas los dictados de Matrix. Porque el pueblo no dispone de recursos para contrarrestar la inercia conductual de Matrix. El pueblo ha sido convenientemente sedado para que se muestre insensible cuando la verdad pasa ante sus narices, y a los que nos desgañitamos propagando la verdad, Matrix nos ha adjudicado el sambenito de “conspiranoico”, término que, según yo lo veo, viene a significar: psicópata de la verdad.

Por eso el pueblo español vota al Partido Socialista para que le viole de frente. Y vota al Partido Popular para que además de violarle le dé por culo. Y luego vuelta a empezar. Una por delate y otra por detrás. Hasta que consigamos demoler el cortafuegos mental que Matrix ha levantado en la conciencia colectiva. Porque, está claro, el pueblo, ahora y siempre, tiene la última palabra, y si el pueblo, un buen día, decide cagarse en la madre que parió a los sionistas, se levantará, mandará todo a la mierda, y los besugos tendrán que volver a empezar desde cero. Además, esta vez la Revolución está chupada. Sión ha dejado un agujero negro cojonudísimo en su Matrix. Nos ha puesto a todos la Revolución a huevo. Ni siquiera hace falta salir a la puta calle a protestar. Hoy podemos hacer la Revolución cómodamente apoltronados en nuestros hogares, mientras vemos un capítulo de los Simpson comiendo palomitas. Porque el cemento con el que está construido Matrix nos pertenece. Igual que los rascacielos del 11S se colapsaron a toda ostia gracias a que centenares de explosiones (convenientemente amplificadas con toneladas de nanotermita) desintegraron y fundieron los pilares que sostenían su estructura, de la misma forma el Matrix sionista, desprovisto de su material aglutinante, de su armazón universal, se vendría abajo como un castillo de naipes.

¿Habéis pillado ya cuál es el cemento de su Matrix? El dinero, en efecto. Por eso para vencerles basta con retirar nuestro dinero de los bancos. NUESTRO DINERO. Basta con arrebatarles el bien que nos han robado y que utilizan para subyugarnos. Con esa simple acción de ir al banco y sacar la pasta, bastaría. Luego podríamos sentarnos delante del televisor para ver cómo se desploma el Matrix de Sión. Os aseguro que sería un desplome casi tan vertiginoso como la demolición controlada de las torres gemelas y la torre 7 llevada a cabo por los ingenieros sionistas que prepararon el atentado de bandera falsa del 11S. Y luego, como digo, los pobres besugos tendrían que volver a empezar, tendrían que empezar desde cero. Lo cual sin duda harían, inmediatamente, empujados por su voluntad de poder, que jamás desfallece, así ha sido desde el principio de los tiempos. Y la historia se repetiría, porque así ha de ser, estamos condenados a sufrir la dominación de los besugos, de aquellos que nacen con voluntad de poder. Pero también es cierto que ellos están condenados a ser destruidos una y otra vez por nosotros, las pulgas, porque somos legión. Así que mientras los besugos reconstruyen su Matrix, viviremos un tiempo floreciente, como ocurrió en el Renacimiento, y será una gozada habitar este mundo. Sobre todo para las personas creativas. No olvidéis que un besugo nunca puede ser artista. Del mismo modo que una pulga no puede ser banquera. Porque la voluntad de poder está reñida con el arte. Y el arte está reñido con la voluntad de poder. Aunque para los besugos es pan comido comprar a los artistas. Por eso la mayor parte del arte oficial es una basura. Y por eso las obras de arte más genuinas permanecerán siempre enterradas en su modesta soledad, inéditas.

En definitiva, el lobby de Israel propicia que las políticas estadounidenses en Oriente Medio rara vez reflejen los intereses y valores nacionales de USA. ¿Qué enemigos reales tiene allí EE.UU.? Ah, pero los medios de comunicación no se cansan de inventárselos, llegando al absurdo de demonizar a los musulmanes, que bastante tienen con lavar sus propios trapos sucios. Porque digámoslo de una vez: Bin Laden es un invento sionista de pies a cabeza. Ha sido una de las marionetas más obsequiosas en el juego del Matrix. Y lo saben bien los políticos yanquis con estrechos vínculos con Israel, ya sean neoconservadores o neoliberales, puesto que gracias a esos oportunos peones del sionismo, que ocupan puestos clave en las diferentes administraciones, el Departamento de Estado, el Pentágono y los medios de comunicación, puede propiciarse esta galopante distorsión de la realidad que se respira en la atmósfera. Dale, dale. Sigue, sigue. Hay que papearse hasta las heces la ola de islamofobia. Islamofobia en pepitoria. Es el plato de moda. ¡Odiemos a los musulmanes! ¡Temámosles! No hacerlo equivaldría a abjurar de nuestra filiación futbolística al Real Madrid o al Barcelona.

Un inciso: resulta descorazonador que en la carrera hacia la Casa Blanca que se viene desarrollando en USA de cara a las elecciones de noviembre, el congresista Ron Paul sea el único candidato limpio, partidario de retirar el actual apoyo incondicional de USA (económico y logístico) a Israel, contrario a la guerra y a la demoledora ley que responde al pretencioso nombre de Patriot Act (aprobada por Obama, otro presidente chulesco y descerebrado, en este caso salido de los seriales televisivos yanquis que se dedican a entronizar a la clase media norteamericana), una ley que pisotea con saña las libertades que exige la Constitución estadounidense, ya que permite detenciones indiscriminadas, sin ninguna cobertura legal para el detenido, esgrimiendo la imprecisa acusación de <>. Cojonudo. El negro Obama, olvidando sus orígenes, o más bien escupiendo sobre sus antepasados esclavizados, aprueba, bajo las directrices sionistas, como hicieron anteriormente Bush hijo y Bush padre (a estas alturas de la película no es necesario molestarse en demostrar que hoy en día el papel de los gobiernos ha quedado reducido a una mera función estética, y por eso ocupa el trono de papel quien caiga más simpático a la plebe), una ley al más puro estilo del salvaje Oeste, puesto que la Patriot Act permite al cowboy Obama y a los cowboys menores que le rodean cargarse a cualquiera que se cruce en su camino. La única diferencia con el salvaje Oeste es que ahora no se disparan tiros. Ni falta que hace. Es menos engorroso y encima genera réditos propagandísticos enchironar indefinidamente a los disidentes en campos de concentración, sin necesidad de aportar pruebas, ya digo, por el simple hecho de que al cowboy de turno no le guste el sombrero que llevas o la manera en que has mirado a su chica.

La manipulación sionista de los hechos sabe regodearse y tener sentido del humos de vez en cuando. Y todo esto de los campos de concentración (ya hay 600 perfectamente acondicionados) y la Patriot Act se supone que responde a la potencial amenaza encarnada en los musulmanes que han demolido las torres gemelas con una precisión científica y con unos recursos militares que sólo están al alcance de los servicios de inteligencia estadounidenses e israelíes. ¡Dios bendito! Este teatro está rizando el rizo de la absurdidad.

(La asociación USA-Sionismo, feroz y dilatada, excede los límites de este artículo, que tiene como objeto desmontar la perversa maquinaria de dominio concretada en ese invento que responde al nombre de dinero, por lo que la trataré detalladamente en otro artículo).

Pues sí, amigos, la progresión del desplome económico en el país más rico del mundo en los últimos tiempos es pavorosa: En el año 2007, los bancos arrebataron su hogar a 1.300.000 estadounidenses. En el 2008, 1.900.000 estadounidenses perdieron su trabajo. Y hablando de todo un poco, ¿alguno de vosotros sabe que el quinto mandamiento del Manifiesto Comunista del barbado Karl Marx propugna la creación de un Banco Central Mundial…? Oh, qué obsequiosa marioneta fue también él (en su caso conscientemente: buenos réditos le reproporcionó serlo: un puesto en el Olimpo de nuestra historia reciente y la veneración de sus coetáneos). Menos mal que de vez en cuando salta una voz discordante dentro del mismísimo stablishment, como la del congresista republicano Ron Paul (insisto, porque mucha gente no le conoce en España: es uno de los candidatos a las presidenciales: sus rivales le tachan de comparsa, y los medios de comunicación le están censurando despiadadamente, entre ellos los españoles, por supuesto). El bueno de Ron se ha atrevido a soltar el siguiente recadito:

La Reserva Federal es anticonstitucional, pura y simplemente. El único dinero constitucional es el directamente originado por el valor de las reservas de oro y plata de cada nación. El resto es dinero fraudulento, creado de la nada por los bancos con la connivencia de los gobiernos.

¡Y pensar que aquí es un desconocido! Ron Paul, para que lo sepáis, es un tío de 76 que está hasta los cojones de la degradación galopante que padece su país. Ron Paul ha sido toda su vida un libertario, una voz que clama en el desierto. Sus propuestas revolucionarias siempre fueron ninguneadas por el estamento político y la opinión pública, hasta que Ron Paul consiguió recabar los suficientes apoyos populares para auparse a uno de los dos partidos que se reparten la tarta de la pantomímica democracia, el Partido Republicano, cuyos líderes han hecho lo habido y por haber por expulsarle, infructuosamente, debido al sólido apoyo popular que recibe Ron Paul de los sectores desencantados de la sociedad norteamericana, que están hartos de ser manejados por el lobby sionista, que utiliza a los gobiernos a su antojo. Tengamos en cuenta que el lobby sionista ha alcanzado un poder nominal en esta pantomima a la que ha quedado reducida la Democracia de los griegos, y designan en la sombra a los presidentes de gobierno, condicionando luego a los votantes con su hechizador canto de sirena.

Aquí, en España, cuando a la poderosa maquinaria sionista le viene en gana designa al presidente que previamente ha promocionado en el PSOE (la verdad es que el PSOE ha dado mucho juego a los sionistas: la alianza ha sido harto fructífera para ambos. Y qué decir de Aznar, que se llevaba de puta madre con los emisarios de Sión, puesto que era una marioneta al estilo Bush hijo), y luego si le apetece al PP, como acaba de pasar. Y no os creáis que un país como España significa una minucia para el aparato de poder sionista. En absoluto. Los sionistas no se dejan nada por el camino. Se comen del pescado hasta las raspas. Pero tienen su orden de prioridades, y ese orden de prioridades está condicionado por razones estratégicas e históricas. Las estratégicas son evidentes: España tiene una transcendencia geopolítica por ser centón de culturas y por su naturaleza fronteriza que une Europa y África geográficamente, América Latina por lazos fraternales, y el mundo árabe por su ascendencia. Por esa razón España, tras el atroz 11S, fue escogida para perpetrar el autoatentado del 11M, en el que por supuesto estuvo involucrada toda la clase política, desde la derecha hasta la izquierda recalcitrante. Todos se sabían la lección. No necesitaban aprenderse el guión. Se trataba simplemente de repetir punto por punto la respuesta oficial del gobierno en la producción cinematográfica escenificada en NY. Y para ello la inteligencia de nuestra clase política, aunque limitada, hizo un encomiable alarde nemotécnico a la hora de soltar sin empacho que la culpa de todo la tenían los marranos musulmanes, y muy concretamente su presunto líder, el memo Bin Laden, que en su actuación estelar ha pasado a mejor vida tras haber evolucionado de mera marioneta a máscara de carnaval veneciano.

Sabiendo que los políticos están financiados con dinero sionista, no caben los lamentos, como tampoco ha de sorprender que los medios de comunicación españoles, cuyas nóminas igualmente financian los sionistas, se hayan acoplado el correspondiente bozal, pero resulta descorazonador que ninguno de nuestros admirados artistas e intelectuales de la Pedocracia Cultural española, que se reúnen en torno al café de la estupidez en el Círculo de Bellas Artes, el Ateneo y los demás mentideros pintones, haya dicho esta boca es mía, aunque sólo sea para insinuar que lo del 11M tiene un cariz un pelín turbio.

Pero no lo olvidéis: el Gran Arquitecto nos la tiene jurada, por razones obvias: los reyes católicos, ensoberbecidos por la entonces pujante tiranía de los capitostes católicos, apostólicos y romanos, mandaron a paseo a los judíos, que fueron perseguidos y masacrados. Craso error, que ya estamos pagando con unos recortes sociales que no han hecho más que empezar. Marianito Rajoy ha recibido el correspondiente manual de instrucciones (redactado de cabo a rabo por sionistas) para estrechar progresivamente los amarres que inmovilizan al pueblo español en el potro de tortura. Hablando en plata: de lo que se trata es de que la polla sionista nos dé por culo. Hoy en día los presidentes de gobierno y sus ministros han quedado reducidos a la figura de mamporrero. Es decir, que en el caso presente de nuestro país, Mariano Rajoy acaba de recibir el título de Mamporrero Mayor de España. Para los que no conozcan el término, aquí os dejo la insulsa definición de la RAE:

mamporrero.

(De mamporro).

m. Hombre que dirige el miembro del caballo en el acto de la generación.

¿Os habéis dado cuenta de que las definiciones de la RAE tienen un desagradable regusto a cloroformo…? ¿A qué coño de generación se refiere? ¿A algún tipo de generación espontánea, quizá? ¡Joder, que se quite el alzacuellos la puta RAE con toda su cohorte de meapilas! Y nada de caballos. Los mamporreros, de toda la vida de Dios, dirigen (en lo de dirigir es en lo único que atina nuestra desatinada RAE) el miembro de los asnos, borricos, pencos, pollinos, burros, etc. En cualquier caso, ¿ha quedado suficientemente ilustrada la misión de nuestro presidente? ¡Mamporrero Mayor de España! Los demás (ministros y tal y tal) simplemente le secundan en su menester, porque no es tarea fácil abrirnos convenientemente el ojete.

Bueno, sigamos desmontando la falacia del dinero. El señor Thomas Jefferson, tercer presidente de USA, nos dejó la siguiente perla:

Si el pueblo americano permite un día (¡ese día llegó hace tiempo!) que los bancos privados controlen la emisión de su dinero, primero por inflación y luego por deflación, los bancos y las corporaciones que crecerán alrededor de los bancos privarán al pueblo de su propiedad hasta que sus hijos se despierten sin hogar en el continente que sus padres conquistaron.

Ja. ¿No os parece curioso que los Padres Fundadores de la actual nación más poderosa del mundo le vieran las orejas al lobo con tanta antelación? Es más, esos Padres Fundadores dejaron claro lo siguiente en el artículo I de la Constitución de los EE.UU.: <<Únicamente el Congreso tendrá poder para acuñar dinero y regular su valor>>. Je, je. Pobres Padres Fundadores. ¡Si pudiesen ver cómo sus descendientes se mean a placer en la Constitución que a ellos tantos quebraderos de cabeza les causó…! ¿En qué se ha transformado la gloriosa República que ellos fundaron? En un grotesco títere sionista.

Bueno, tras estos escarceos dialécticos, va siendo hora de empezar la demolición. Primer descubrimiento. Bien mirado, el dinero es la única creación propiamente dicha del ser humano. Reflexionemos. ¿Por qué emplean los economistas el término «crear» al hablar del proceso por el cual el dinero entra en existencia? Bien, la creación implica no sólo hacer algo que antes no existía, sino hacerlo de la nada. Ni siquiera el artista crea de la nada. El escultor trabaja con madera, bronce, barro, etc. El escritor emplea el lenguaje previamente creado. El músico arranca sonidos a un instrumento previamente creado. El pintor compone sus cuadros empleando una serie de materiales. Etc. Veamos ejemplos fabriles. ¿Qué hace el alfarero? Dar forma al barro. Por lo tanto, no crea, simplemente modifica un material ya existente. ¿Y el albañil? Otro tanto con los materiales de construcción. ¿Y el carpintero? Ídem con la madera. Etc. Todos esos trabajadores no crean, únicamente modifican el estado de unos materiales previamente existentes, confiriéndoles un valor añadido. Correcto. ¿Y qué ocurre con el dinero? Bueno, señores y señoras, pues en el caso del dinero… aquí se da la vuelta a la tortilla, se invierten los términos de la lógica, se atenta contra el más básico sentido común. Porque el dinero representa el único caso en que el ser humano crea algo de la nada. ¿Se habían parado ustedes a pensar este hecho?

Es decir, la creación del dinero consiste en conferir un valor determinado a un trozo de papel (hoy en día ni siquiera eso: la inexistencia del dinero se manifiesta por arte de magia a través de una tarjetita de plástico o en el dígito de un panel, un tablón de valores, porque en algún sitio ha de constar, ha de reflejarse, para tenerlo presente, cuando menos) con el que se puede adquirir cualquier bien material, desde un jarrón de los chinos hasta un automóvil, una casa, una conciencia, una nación, el globo terráqueo… Pensémoslo. El valor de ese trozo de papel ha sido «creado» en el verdadero sentido de la palabra, porque no responde al contravalor de una materia previa. Antes sí, claro. Antes, en la prehistoria de la historia del dinero, el dinero era correlativo con las reservas de oro y plata. Pero enseguida empezó a crearse dinero falso. Durante un tiempo los gobiernos exigieron a los bancos que por lo menos hubiese un 10 % de dinero real (reserva fraccionaria, la llamaron). Hasta que Sión se salió con la suya, y los gobiernos se lavaron las manos como Pilatos y les dijeron a los banqueros: ¡ala, hagan ustedes todo el dinero que les plazca! ¡Cojonudo! ¿No les parece? Por eso hemos llegado a un punto sin retorno. El dato es revelador: hoy en día tan sólo el 2 % del dinero en circulación es dinero real (por su correlatividad con las reservas de oro y plata). El 98 % del dinero que hay en el mundo es dinero que los banqueros se han sacado de la manga, de la chistera o de donde ustedes prefieran. Dinero-basura. Dinero-deuda.

Así pues, la “creación” de dinero es, con una diferencia atroz respecto a las demás opciones, la actividad más rentable que se puede realizar. Un negocio limpio. El negocio total. El sueño del avaro. ¿Inversión? Mínima, por no decir cero. ¿Beneficio? ¡Todo el que tú quieras! Los constructores, tan denostados hoy en día, sudan la gota gorda para obtener un 5 % de beneficio con la venta de sus viviendas (en todo caso son luego los especuladores los que se las apañan para sacar buena tajada del tema). Los fabricantes de automóviles se ven obligados, por la competencia bestial de la industria automovilística, a estrechar aún más el margen de beneficio, y han de conformarse con un modesto 2 %. Y en cambio, los adustos señores banqueros… Sí, amigos, con apenas unos céntimos los banqueros pueden crear billones y billones. Parece una verdad demasiado increíble para darla por cierta, pero es lo que hay, y va siendo hora de que nos enteremos todos. La realidad es… aterradoramente simple. Se reduce a un axioma:

La sumisión moral al dinero es el origen de todo mal.

Pongamos, para rematar la faena, un ejemplo histórico. ¿Qué pasó en la crisis de 1930, cuando se suponía que la economía yanqui iba de puta madre? Muy sencillo: sí, la economía iba de puta madre, pero los bancos habían monopolizado la “creación” de dinero. Y los bancos, para salvaguardar sus propios intereses, que en absoluto guardaban relación con los intereses generales de la nación en la que ellos estaban insertados como un tumor, decidieron cerrar el grifo del dinero, negándose a entregar créditos. Sin embargo esos mismos bancos no dejaron de reclamar el pago de los créditos ya concedidos, con sus correspondientes intereses. Esto provocó una dramática pérdida de liquidez en el mercado. ¡El dinero, la sangre del sistema capitalista, no circulaba! Resultado: una trombosis económica de tomo y lomo. Porque, en teoría, la economía seguía estando tan de puta madre como antes, había trabajo de sobra para todo el que quisiera ganarse el pan, y los bienes abundaban por doquiera, a la espera de ser adquiridos, pero la retirada de capital propiciada por los bancos, tuvo consecuencias catastróficas.

Pues sí, con la simple medida de cerrar el grifo de la pasta, los bancos mandaron a toda una egregia nación a tomar por culo. Una nación que se encontraba en todo su esplendor, lanzada hacia el firmamento de un desarrollo sin precedentes.

Supongo que ustedes se estarán preguntando qué interés podían tener los bancos en arruinar una economía floreciente. ¿Acaso no atentaban, al hacerlo, contra sus propios intereses? Ja, he ahí un interrogante noble. Pero los bancos no son nobles, amigos. Los bancos son depravadamente codiciosos. Esto es lo que pasó: En 1930 USA crecía sin parar, era el epítome de una nación feliz, próspera, prometeica. Y los bancos, naturalmente, sacaban su buena tajada de aquella situación. En principio, todos contentos. Sin embargo ahí estaba la gangrena de la codicia, acechando, emboscada, a la espera de asestar su hachazo mortal.

Los bancos, como ustedes bien saben, padecen el mal de la codicia, que es el mal de los males, la madre de todas las iniquidades. Y la codicia no atiende a razones. Por ello, si se la deja actuar, es un cáncer que se extiende con rapidez. Lo cierto es que el estamento político de USA, condicionado por las directrices sionistas, había cometido un error flagrante (si pensamos en el interés general de la ciudadanía estadounidense): conceder a los bancos la divina potestad de “crear” dinero (a su libre albedrío). Es decir que los políticos se lo pusieron a huevo a la codicia bancaria.

Analicemos, desde la óptica de los banqueros, la situación que vivía USA en 130. Los banqueros miraron a su alrededor y pensaron: <>

Dicho y hecho. En verdad lo tenían chupado los bancos (igual que ahora nosotros tenemos chupada la Revolución, porque el grifo del dinero, qué gracia, se puede cerrar por arriba o por abajo, y basta con retirar nuestro dinero del banco para que el banco se vaya a la mierda). Así pues, al no haber dinero en circulación para hacer frente a los préstamos ya concedidos, los otrora prósperos ciudadanos de USA se vieron transformados, de la noche a la mañana, en un deplorable ejército de morosos. Muchos morosos se suicidaron, vaya por Dios. ¿Por qué será que damos tanto valor a algo que no vale absolutamente nada? Pues sí, hasta ese extremo patológico nos condiciona eso que un puñado de privilegiados (los besugos que llamo yo) tienen la potestad de “crear” de la nada, por sus huevos, porque son así de chulos y ellos lo valen.

Mediante la crisis de 1930, los bancos perpetraron la mayor ola de atracos impunes que se conoce en la Historia moderna, apoderándose de cientos de miles de granjas, viviendas, negocios y ahorros. El atraco perfecto. Sin armas. Sin amenazas. Sin necesidad de violencia, ni siquiera verbal. Y sin el menor riesgo, naturalmente, puesto que los atracadores estuvieron en todo momento protegidos por los cuerpos y fuerzas de seguridad de sus víctimas. Incongruente, ¿verdad? Los cuerpos y fuerzas de seguridad, cuyos sueldos pagaban las víctimas de los atracos, se encargaron de velar por la seguridad de los atracadores, dándose el caso, además, de que muchos trabajadores de esos cuerpos y fuerzas de seguridad habían sufrido en sus carnes algún tipo de atraco. ¿Hay algún sentido en todo esto? Pues sí, lo hay. Tiene un nombre. Dinero. He ahí el origen de la sinrazón. He ahí la explicación de la sinrazón.

Y esto no son más que las grandes valoraciones. Como en todas las grandes valoraciones retrospectivas, se deja mucho por el camino, porque lo modesto no cabe en el marco de las grandes valoraciones retrospectivas. Pero yo quiero tomar la lupa y enfocar a esos humildes ahorradores, a esos honestos ahorradores, trabajadores, sufridores, miembros del pueblo llano, muchos de los cuales habían juntado una modesta suma, tras una vida de privaciones, para legársela a sus descendientes. También a ellos los bancos les atracaron sin piedad, impunemente, con el beneplácito de la sociedad. También a ellos. Y por ellos, la verdad, es por quien más hemos de llorar y lamentarnos, puesto que no sabemos hacer otra cosa que llorar y lamentarnos, a los hechos me remito: ahora mismo se está repitiendo la historia y seguimos cruzados de brazos, rezando para que en el futuro alguien venga a poner una flor en la tumba de las víctimas.

Bueno, sigamos desmenuzando la cruda realidad. ¿Cómo salieron en USA de la crisis de 1930? Con un recurso muy socorrido: ¡la guerra! Prodigioso invento el de la guerra. Un negocio suculento para los banqueros, infinitamente más rentable que el del crecimiento y la prosperidad de las naciones en las que operan, es decir, en todo el orbe conocido. El caso es que esos mismos bancos que habían provocado la crisis diciendo a los prósperos ciudadanos estadounidenses que no les quedaba dinero en la caja para seguir financiando su crecimiento, de pronto, como por arte de magia, como si hubiesen sido tocados por la varita de Harry Potter, se sacaron de la manga una cantidad infinita de dinero para financiar la guerra. No problem, boy. ¡Barra libre! ¡Uniformes, raciones, cuarteles, armas grandes y pequeñas, propaganda! ¡Lo que haga falta! Súbitamente el adusto semblante del banquero se había trocado por el de un magnífico mecenas. ¡No reparéis en gastos, chicos! ¡Haced la guerra a vuestro antojo! Así pues, habiendo pasta de por medio, la II Guerra Mundial echó a rodar, embalada como un bólido de carreras.

Así que la pobre USA, depauperada por la crisis, pudo desahogar sus penurias celebrando una fiesta de fuegos artificiales. Porque ayer no había dinero para comprar una libra de carne, pero hoy, gracias al cielo, había dinero hasta para fabricar bombas y enviárselas a los chulos alemanes y los creídos japonenses. Los fuegos artificiales representan la liberación de los oprimidos. Por eso el pueblo, que siempre está oprimido, necesita el alivio de los fuegos artificiales en verbenas y romerías.

¡Genial! La Gran Depresión se desvaneció de la noche a la mañana. La gente encontró trabajo a mansalva, los negocios reabrieron sus puertas, se reanudó la explotación de las minas, y todo el circuito producción-consumo se reactivó, respondiendo a un vertiginoso efecto dominó. Supongo que ya sabrán ustedes a qué se debió el brusco cambio de tercio. Muy sencillo: ahora había dinero en circulación. Los bancos lo repartían a manos llenas. Porque la crisis había dejado de ser un negocio lo bastante lucrativo para ellos (ya no quedaba nada que robar) y había llegado el momento de volver a llenar la burbuja, esta vez con la siempre rentable coartada de la guerra. El diapasón del corazón bancario es muy simple. Algunos lo llaman inflación-deflación, pero eso no es más que un eufemismo insertado en el Matrix. Si rompemos el cortafuego mental que nos impide ver la realidad invisible, la realidad sumergida en el Matrix, comprenderemos que la expresión inflación-deflación ha de traducirse por esclavitud-saqueo. Los bancos primero nos esclavizan y luego nos saquean. La secuencia es así de monótona. Esclavitud-saqueo, esclavitud-saqueo. Una y otra vez. Hasta que nosotros queramos, por descontado.

No quiero seguir abusando de su infinita paciencia, amigos lectores. Para finalizar, repito la puntualización con la que inicié este artículo, porque conviene dejar esto meridianamente claro: cometeríamos un error necio, flagrante, si equiparamos a los judíos con los sionistas, si reducimos la identidad judía al binomio judío = sionista. Es un aviso para los librepensadores: si piensas que sionista y judío son la misma cosa, considérate un digno sucesor de Hitler. Decir que todos los judíos son sionistas alimenta precisamente la propaganda sionista. Porque el Sionismo nos reprograma mentalmente adoptando la piel de cordero, de víctima. El Sionismo necesita asumir el papel de “víctima propiciatoria”. Porque la condición humana, buena y noble por naturaleza (aunque también cómoda y cobarde), no se puede manipular desde postulados dictatoriales. Para poder manipular la condición humana hay que engañarla, hay que malversarla.

El Sionismo es un aparato de poder surgido del judaísmo. En cierto sentido es la extensión política, armada, corrupta, de un pueblo en verdad excelente, en verdad superdotado (basta echar un vistazo a sus logros increíbles en las diferentes ramas del arte y las ciencias, a pesar de ser un pueblo tan escaso en número). En todo caso conviene decir que el Sionismo, como cáncer del judaísmo, ha podido desarrollarse gracias a un concepto patológico imbricado en la identidad de los judíos: el hecho de considerarse el pueblo elegido. He ahí la fuente primigenia del Sionismo. Por ello, para erradicar el cáncer sionista de la religión judía, se requiere una reinterpretación de la identidad judía. Han de hacer los judíos acto de contrición, han de bajarse del burro y afrontar su realidad como pueblo con humildad. De lo contrario el cáncer del Sionismo seguirá extendiéndose, y llegará un momento en que resulte absolutamente imposible discernir qué parte de la naturaleza judía está libre del mal…

Fuente: http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article33815

El Proyecto Juicio Final: asesinato de JFK, Watergate, Irangate y el 11S

Es mi intención abordar en este artículo cuatro hechos importantes, y sin embargo mal analizados: el asesinato de John F. Kennedy, el escándalo del Watergate, el escándalo Irangate [también conocido en Latinoamérica como Irán-Contras, nota del traductor] y el 11 de septiembre. Analizaré estos hechos o eventos –que llamaré «profundos»– como parte integrante de un proceso político aún más profundo que los vincula entre sí, de un proceso que ha favorecido la construcción de un poder represivo en Estados Unidos, en detrimento de la democracia.

He mencionado, durante los últimos años, la existencia de una fuerza oscura detrás de esos hechos –fuerza que, a falta de encontrar algo mejor, le he dado el nombre o calificativo de «Estado profundo», estructura que se mueve simultáneamente dentro y fuera del Estado público. Hoy trataré por vez primera de identificar una parte de esa fuerza oscura, que ha venido funcionando al margen del Estado público desde hace al menos 5 décadas. Esta fuerza tiene un nombre que no es de mi invención: «Proyecto Juicio Final» (Doomsday Project).
Así designa el Departamento de Defensa los planes de contingencia tendientes a «garantizar el funcionamiento de la Casa Blanca y del Pentágono durante y después de una guerra nuclear o cualquier otra crisis de gran envergadura.»

Aunque simple, este trabajo tiene un importante objetivo: demostrar que el Proyecto Juicio Final de los años 1980, así como los anteriores planes de crisis que condujeron a la estructuración de dicho proyecto, desempeñaron entre bastidores un papel determinante en los eventos profundos que pretendo analizar.

Dicho de manera más explícita, esta planificación fue un factor primordial tras los tres preocupantes fenómenos que hoy amenazan la democracia en Estados Unidos. El primero fue la transformación de nuestra economía en una «plutonomía», o sea en una economía con objetivos plutocráticos, caracterizada por una creciente división de Estados Unidos en dos clases –los opulentos y los desfavorecidos, los que pertenecen al «1%» y los miembros del «99%». El segundo fenómeno es la creciente militarización de Estados Unidos, y sobre todo su tendencia a librar o desatar guerras en regiones lejanas, lo cual se hecho cada vez más corriente y previsible.

Es evidente que las operaciones de esta maquinaria de guerra estadounidense han estado al servicio de los intereses del 1% que ocupa la cúspide de la pirámide.

El tercer fenómeno, que constituye el tema central de este ensayo, es la considerable influencia de los eventos estructurales profundos sobre la Historia de los Estados Unidos, influencia por demás cada vez más nefasta: acontecimientos misteriosos (como el asesinato del presidente John F. Kennedy, el caso de los «plomeros» del Watergate y los atentados del 11 de septiembre, que afectan brutalmente la estructura social estadounidense) tienen un tremendo impacto en la sociedad de este país. Por otro lado, constantemente implican la ejecución de actos criminales o violentos. Y son generados, para terminar, por una fuerza oscura y desconocida.

La actual descomposición de Estados Unidos en términos de disparidades de ingresos y de desigualdad en materia de riqueza, o de su militarización y su creciente tendencia belicista, ha sido objeto de muchos análisis. Mi enfoque en este ensayo tiene, a mí entender, un carácter inédito: consiste en señalar que las disparidades en materia de ingresos –dicho de otra forma, la «plutonomía»–, al igual que las tendencias guerreristas de Estados Unidos han sido considerablemente favorecidas por lo yo que llamo eventos profundos.

Es necesario comprender que las disparidades en materia de ingresos en la economía estadounidense no son fruto de una acción de las fuerzas empresariales independiente de la intervención política. Por el contrario, esas desigualdades fueron en gran parte engendradas por un proceso político continuo y deliberado que data de los años 1960 y 1970 –periodo durante el cual los individuos más ricos del país temían perder el control de este.

En aquella época, en su memorándum de 1971, el futuro juez de la Corte Suprema Lewis Powell advirtió que la supervivencia del sistema de libre empresa dependía de «la planificación y la aplicación cuidadosas, a largo plazo» de respuestas ampliamente financiadas contra las amenazas que representaba la izquierda. Aquella advertencia engendró una violenta ofensiva de la derecha, coordinada por varios círculos de reflexión y generosamente financiada por un pequeño grupo de fundaciones familiares.

Hay que tener presente que todo aquello respondía al surgimiento de graves motines en Newark, Detroit y otras ciudades, y que la izquierda lanzaba por entonces un creciente número de llamados a la revolución (tanto en Europa como en Estados Unidos). He de concentrarme aquí en la respuesta de la derecha y en el papel de los eventos profundos en la facilitación de dicha respuesta.

La verdadera importancia del Manifiesto Powell residía no tanto en el documento en sí como en el hecho de que se redactó a pedido de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, uno de los grupos de presión más influyentes y más discretos. Por otra parte, aquel memorándum era sólo un síntoma entre tantos de que una guerra de clases estaba tomando forma en los años 1970, un proceso más amplio que venía desarrollándose tanto dentro del gobierno como fuera del mismo (y que incluía lo que Irving Kristol calificó de «contrarrevolución intelectual» y que llevó directamente a la autoproclamada «Revolución Reagan».

Resulta evidente que aquel proceso más amplio se desarrolló durante prácticamente 5 décadas, mientras que la derecha inyectaba miles de millones de dólares en el sistema político de Estados Unidos. Lo que quiero demostrar aquí es que los eventos profundos también fueron parte integrante de estos esfuerzos de la derecha, desde el asesinato de John F. Kennedy hasta los atentados del 11 de septiembre.

El resultado del 11 de septiembre fue la aplicación de planes para la «continuidad del gobierno» (COG, sigla correspondiente a «Continuity of Government»), que fueron calificados en las audiencias de Oliver North sobre el escándalo Irangate, en 1987, como planes preparatorios para «la suspensión de la Constitución de los Estados Unidos». Estos planes de la COG, elaborados en base a planificaciones anteriores, fueron meticulosamente desarrollados desde 1982 en el marco de lo que ha dado en llamarse el Proyecto Juicio Final (Doomsday Project) por un equipo secreto nombrado por Reagan. Dicho equipo se componía de personalidades públicas y también privadas, entre las que se encontraban Donald Rumsfeld y Dick Cheney.

Trataré de probar que, bajo esa perspectiva, el 11 de septiembre no fue otra cosa que el resultado de una secuencia de eventos profundos que se remonta al asesinato de Kennedy, o incluso a una época anterior, y que los inicios del Proyecto Juicio Final están presentes en cada uno de ellos.

Para ser exacto, sobre estos eventos profundos, trataré de demostrar:

– 1) que en el seno de la CIA y de otras agencias similares (estadounidenses) hubo comportamientos malintencionados que contribuyeron al asesinato de Kennedy y a los atentados del 11 de septiembre;

– 2) que las consecuencias de cada evento profundo incluyeron un recrudecimiento del poder represivo autoritario a favor de esas agencias, en detrimento del poder democrático persuasivo;

– 3) que existen coincidencias sintomáticas en la presencia de ciertos individuos entre los autores de estos diferentes eventos profundos;

– 4) que se observa en cada uno de esos eventos la implicación de elementos vinculados al tráfico internacional de drogas –lo cual sugiere que nuestra actual «plutonomía» es también, en cierta medida, una «narconomía»;

– 5) que tras cada uno de esos eventos se puede observar la presencia del Proyecto Juicio Final (cuyo papel se hace cada vez más importante con el paso de los años), o sea de la estructura alternativa de planificación de urgencia que dispone de sus propias redes de comunicación y opera como una red de la sombra al margen de los canales gubernamentales normales.

El asesinato del presidente John F. Kennedy y los atentados del 11 de septiembre fueron facilitados por la forma como la CIA y el FBI manipularon sus propios expedientes sobre los presuntos autores de cada uno de esos hechos (Lee Harvey Oswald, en lo que llamaré el caso JFK, y los presuntos piratas aéreos Khaled al-Mihdhar y Nawaf al-Hazmi, en los atentados del 11 de septiembre). La decisión tomada el 9 de octubre por Marvin Gheesling, un agente del FBI, de borrar a Oswald de la lista de vigilancia del FBI es parte de esa facilitación. Esa decisión se aplicó después del arresto de Oswald en Nueva Orleáns, en agosto de 1963, y de su posterior viaje a México en septiembre. Es evidente que ambos hechos deberían haber convertido a Oswald en candidato a una vigilancia reforzada.

Ese comportamiento malintencionado constituye un paradigma si lo asociamos con las acciones de otras agencias, en particular con las de la CIA, en el caso JFK y en el 11 de septiembre. En efecto, el comportamiento de Gheesling va claramente en el sentido de un ocultamiento culposo de información por parte de la CIA, durante el propio mes de octubre [de 1963] –información que ocultó al FBI y según la cual Oswald se había reunido en México con Valery Kostikov, un presunto agente del KGB. Ese ocultamiento contribuyó también a garantizar que Oswald no estuviese bajo vigilancia.

En efecto, el ex director del FBI Clarence Kelley se quejó en sus memorias de que la retención de información por parte de la CIA fue la principal razón que explicaba por qué Oswald no estaba bajo vigilancia el 22 de noviembre de 1963. La provocación de la Inteligencia Militar en 1963 fue más alarmante aún. En efecto, no contenta con retener información sobre Lee Harvey Oswald, una de sus unidades fabricó incluso datos falsos de inteligencia que parecían destinados a provocar una respuesta [militar] contra Cuba.

Yo califico ese tipo de provocaciones como cuentos primarios, en este caso se trata de intentos de describir a Oswald como un conspirador comunista (todo lo contrario de los posteriores cuentos secundarios, igualmente falsos, que lo describen como un rebelde solitario). Un cable del mando del IV ejército, con sede en Texas, puede ser considerado un revelador ejemplo de cuento primario. Recoge una información proporcionada por un policía de Dallas que era también miembro de una unidad de reserva de la Inteligencia Militar:

«El primer asistente Don Stringfellow, [de la] sección de Inteligencia, Departamento de Policía de Dallas, notificó al 112º Grupo INTC [de inteligencia], [asignado a] este cuartel general, que las informaciones obtenidas de Oswald revelaron su defección hacia Cuba en 1959 y su condición de miembro del Partido Comunista, del que posee un carnet.»

El 22 de noviembre [de 1963, día del asesinato de JFK], aquel cable fue enviado directamente al Mando estadounidense de Ataques Militares, en Fort MacDill, Florida, la base preparada para desatar un posible ataque de represalia contra Cuba.

Aquel cable no era tan sólo una aberración aislada. Contaba con el respaldo de otros falsos cuentos primarios provenientes de Dallas sobre el fusil que supuestamente había utilizado Oswald. Aquellas historias falsas se basaban en particular en una serie de traducciones erróneas del testimonio de Marina Oswald. El objetivo de aquellas falsificaciones era sugerir que el fusil de Oswald en Dallas era un arma que había conseguido en Rusia.

Estos últimos informes falsificados sobre Marina Oswald, aparentemente no relacionados con los anteriores, pueden sin embargo llevarnos de regreso a la 488ª unidad de reserva de la Inteligencia Militar, a la que pertenecía Don Stringfellow. Ilya Mamantov, el intérprete que proporcionó inicialmente la falsa traducción de los testimonios de Marina Oswald, fue escogido por Jack Crichton, un magnate del petróleo de Dallas, y por George Lumpkin, el director adjunto de la policía de la misma ciudad. Crichton y Lumpkin eran [respectivamente] el jefe y el primer adjunto de la 488ª unidad de reserva de la Inteligencia Militar. Dentro del círculo de petroleros de Dallas, Crichton era también un simpatizante de la extrema derecha: administrador de la Fundación H.L. Hunt, fue además miembro del Comité Américano de Ayuda a los Combatientes de la Libertad de Katanga (American Friends of the Katanga Freedom Fighters), organización de oposición a las políticas de Kennedy con respecto al Congo.

Es importante tener en mente que ciertos miembros de la Junta de Jefes de Estado Mayor [JCS, siglas correspondientes a Joint Chiefs of Staff] estaban extremadamente irritados porque la crisis de los misiles de 1962 no había desembocado en una invasión contra Cuba. Por otro lado, en mayo de 1963 y bajo la dirección de su nuevo jefe, el general Maxwell Taylor, la JCS seguía convencido de que «una intervención militar de Estados Unidos en Cuba [sería] necesaria». Habían pasado 6 meses desde el momento en que Kennedy ofreciera garantías explícitas a Jruschov para la solución de la crisis de los misiles, en octubre de 1962, asegurándole que Estados Unidos no invadiría Cuba –garantías que sin embargo dependían de importantes condiciones.

Aquellas garantías presidenciales no impidieron que el J-5 de la Junta de Jefes de Estado Mayor (el J-5 es la Dirección de Planificación y Políticas de la JCS) elaborara una lista de de «provocaciones fabricadas para justificar una intervención militar». (Uno de los ejemplos de «provocaciones fabricadas» incluía «utilizar aviones del tipo MiG piloteados por aviadores estadounidenses para […] atacar barcos mercantes o el ejército de Estados Unidos».)

Las mentiras sobre Oswald que emanaban de Dallas fueron lanzadas inmediatamente después del asesinato [de JFK], por lo tanto no bastan para probar que el asesinato haya sido un complot que implicara engaño y provocación. Sí son reveladoras, en cambio, del sentimiento anticastrista que prevalecía en la 488ª unidad de reserva de la Inteligencia Militar en Dallas, y nos confirman que aquel estado de ánimo era llamativamente similar al que existía en el J-5 en el mes de mayo de 1963 –o sea, se trataba del estado de ánimo que produjo una lista de «provocaciones fabricadas» para justificar un ataque contra Cuba. (Según Crichton, «[la 488ª unidad de reserva] contaba con un centenar de hombres, de los cuales unos 40 o 50 provenía del Departamento de Policía de Dallas.»)

Estos comportamientos malintencionados en el seno de las burocracias de la CIA, del FBI y del ejército –las tres agencias con las que Kennedy había tenido serios desacuerdos durante su trunca presidencia [21]– difícilmente pueden explicarse invocando la simple casualidad. Más adelante demostraré, en este mismo artículo, la existencia de un vínculo entre el petrolero de Dallas Jack Crichton y la planificación de crisis de 1963, que se convirtió en el Proyecto Juicio Final.

El mismo tipo de comportamiento malintencionado se produce en el seno de la burocracia alrededor del 11 de septiembre
En 2000 y 2001, antes del 11 de septiembre, la CIA volvió a abstenerse de comunicar al FBI la existencia de importantísimas pruebas –informaciones que, de haber sido compartidas, habrían llevado al FBI a vigilar a Khaled al-Mihdhar y a Nawaz al-Hazmi, dos de los presuntos piratas aéreos. Debido a esta importante retención de información un agente del FBI predijo con toda exactitud, en agosto de 2001, que «un día habrá gente que pierda la vida» [22]. Después del 11 de septiembre, otro agente del FBI declaró, refiriéndose a la agencia: «Ellos [la CIA] no querían que el Buró se metiera en sus asuntos –es por eso que no dijeron nada al FBI. […] Y es por eso que se produjo el 11 de septiembre. Es por eso que se produjo ese hecho. […] Ellos tienen las manos manchadas de sangre. Son responsables de la muerte de 3,000 personas.» [23] En este caso, la retención de información crucial antes del 11 de septiembre –[información] que la agencia estaba obligada a transmitir al FBI en virtud de sus propias reglas– era comparable a las disimulaciones de la NSA.

En otras palabras, sin esas retenciones de pruebas, ni el asesinato de Kennedy ni el 11 de septiembre hubiesen podido concretarse como lo hicieron. Como yo mismo señalo en mi libro American War Machine, tal parece como si en un momento dado

«Oswald, y más tarde Al-Mihdhar, hubieran sido preseleccionados como sujetos designados para una operación. El objetivo inicial no sería obligatoriamente cometer un crimen contra Estados Unidos. Por el contrario, probablemente se actuó para preparar a Oswald en relación con una operación contra Cuba y a al-Mihdhar para una operación contra Al-Qaeda [como yo mismo sospecho]. Pero a medida que los mitos [los que era posible explotar] comenzaban a acumularse alrededor de esos dos personajes, se hacía posible que individuos mal intencionados lograran subvertir la operación autorizada convirtiéndola en un sangriento plan cuya existencia misma se escondería después. Ya en ese punto, Oswald (y por analogía al-Mihdhar) dejaba de ser un simple sujeto designado para convertirse también en un culpable designado.»

Kevin Fenton llega a la misma conclusión sobre el 11 de septiembre en su libro, muy completo, titulado Disconnecting the Dots [«Sembrando la confusión»]. O sea que «a partir del verano de 2001, el objetivo de la retención de información era permitir el desarrollo de los ataques».
Kevin Fenton identificó también al principal responsable de ese comportamiento administrativo malintencionado: el oficial de la CIA Richard Blee, director de la Unidad ben Laden de la CIA. Cuando Clinton todavía era presidente, Blee había sido miembro de una facción de la CIA que militaba activamente por una implicación más belicista de la CIA en Afganistán, de conjunto con la Alianza del Norte afgana. Esos proyectos se concretaron inmediatamente después del 11 de septiembre, y el propio Blee fue ascendido al rango de jefe de estación [de la CIA] en Kabul.
Como la retención de pruebas por parte de la CIA y la NSA en el segundo incidente del golfo de Tonkín contribuyó a desatar la guerra contra Vietnam del Norte

Ahorraré a los lectores del presente artículo los detalles de esta retención de información, ya ampliamente explicada en mi libro American War Machine (que saldrá a la venta en francés en agosto de 2012). El incidente del golfo de Tonkín es, sin embargo, comparable al asesinato de Kennedy y al 11 de septiembre ya que la manipulación de pruebas contribuyó a poner a Estados Unidos en el camino de la guerra (muy rápidamente en ese caso).

Hoy en día, historiadores como Fredrik Logevall están de acuerdo con la evaluación del subsecretario de Estado George Ball, según la cual la misión de los navíos de guerra estadounidenses en el golfo de Tonkín –que acabó dando lugar a los incidentes– «tenía un carácter esencialmente provocador». La planificación de aquella misión provocadora venía del J-5 de la Junta de Jefes de Estado Mayor [JCS], el mismo equipo que había estimado en 1963, en el caso de Cuba, que «la fabricación de una serie de provocaciones tendientes a justificar una intervención militar [era] realizable».

La disimulación de la verdad por parte de la NSA y de la CIA, el 4 de agosto de 1964, se produjo en un contexto marcado por una voluntad confesa (pero controvertida), en los más altos niveles del Estado, de atacar Vietnam del Norte. En este aspecto, el incidente del golfo de Tonkín es notoriamente similar a la disimulación de la verdad –por parte de la CIA y de la NSA– que condujo directamente al 11 de septiembre, en momentos en que también existía una voluntad gubernamental de desatar la guerra (a pesar de que también en ese caso se trataba de una voluntad controvertida).

Continuará…

Segunda Parte
Todos los eventos profundos anteriormente mencionados han conducido a la atribución a Washington de poderes represivos cada vez más numerosos. Por ejemplo, es evidente que la Comisión Warren utilizó el asesinato de Kennedy para recrudecer la vigilancia de la CIA sobre la ciudadanía estadounidense. Como escribí en mi libro Deep politics, era este el resultado «de las controvertidas recomendaciones de la Comisión Warren imponiendo que se ampliaran las responsabilidades del Servicio Secreto en materia de vigilancia interna (WR 25-26). Paradójicamente, esta última [la Comisión Warren] concluyó que Oswald había actuado solo (WR 22) […], pero también que el Servicio Secreto, el FBI y la CIA debían coordinar más estrechamente la vigilancia sobre los grupos organizados (WR 463). En particular, recomendó al Servicio Secreto que se dotara de una base informática de datos compatible con la que ya había elaborado la CIA».

Este esquema se repetirá 4 años después con el asesinato de Robert Kennedy [también llamado RFK o Bobby]. En las 24 horas transcurridas entre los disparos que alcanzaron a Bobby Kennedy y su deceso, el Congreso adoptó con carácter urgente una ley ya redactada de antemano (como también lo estaban la Resolución del golfo de Tonkín de 1964 y la Patriot Act de 2001) –ley amplió nuevamente los poderes secretos conferidos al Servicio Secreto en nombre de la protección de los candidatos a la presidencia.

No se trataba de un cambio insignificante o benigno. Esa ley, aprobada con la mayor premura bajo la administración Johnson, dio lugar a algunos de los peores excesos de la era Nixon.

Ese cambio contribuyó también al caos y los actos de violencia ocurridos en 1968 durante la Convención Demócrata de Chicago. Agentes de vigilancia de la Inteligencia Militar asignados al Servicio Secreto operaban entonces dentro y fuera de la sala de reuniones. Varios de aquellos agentes equiparon a los «gamberros de la Legion of Justice, como la Chicago Red Squad [que] cometió actos de brutalidad contra los grupos antibelicistas locales».

Fue así como los nuevos poderes secretos conferidos después del asesinato de Robert Kennedy propiciaron el catastrófico desorden de la Convención de Chicago, que prácticamente destruyó el viejo Partido Demócrata representante de los sindicatos. Los tres presidentes demócratas elegidos después de aquello fueron mucho más conservadores.

Si se aborda la cuestión del Watergate o del Irangate, ambos hechos constituyeron en cierta medida no una extensión sino un retroceso de los poderes represivos que ejercían Richard Nixon y la Casa Blanca de Reagan.
Aunque de forma superficial, es cierto que estos hechos dieron lugar a reformas legislativas que parecen contradecir mi tesis de la extensión de la represión.

Pero hay que puntualizar bien la diferencia entre, de un lado, la fase inicial del Watergate (la efracción) y los dos años de crisis registrados como consecuencia de ese acto malintencionado. La crisis del Watergate mostró a un presidente obligado a dimitir por la conjunción de numerosas fuerzas, en las que se incluían simultáneamente liberales y conservadores. Pero los personajes fundamentales de la primera fase del Watergate –Howard Hunt, James W. McCord, G. Gordon Liddy y sus aliados cubanos– se situaban todos muy a la derecha de Nixon y de Kissinger. Y el resultado de sus maquinaciones no se concretó hasta el momento de lo que se dio en llamar la Masacre de Halloween, en 1975, cuando Henry Kissinger fue expulsado de su puesto de consejero para la Seguridad Nacional y se le comunicó al vicepresidente Nelson Rockefeller que quedaría al margen de la candidatura republicana en 1976. Esa importante reorganización fue planeada por otros dos personajes anclados muy a la derecha: Donald Rumsfeld et Dick Cheney, por entonces miembros de la Casa Blanca de Gerald Ford.

Aquel día de 1975 se concretó la derrota final de la facción llamada «Rockefeller» –o facción liberal– del Partido Republicano. Fue reemplazada por la facción conservadora llamada «Goldwater-Casey», que rápidamente lograría apoderarse de la candidatura presidencial y luego de la función suprema a través de Ronald Reagan [6]. Esta revolución palaciega poco conocida, al igual que otras intrigas que se produjeron a mediados de los años 1970, contribuyó al cambio en Estados Unidos: este país pasó así de ser una economía capitalista de bienestar, que reducía paulatinamente las disparidades en materia de ingresos y de riqueza, a ser una «plutonomía» financiarizada en la que se invertían las tendencias anteriores.

A través del Irangate (tambíen conocido como el escándalo Irán-Contras), nuevamente constatamos la acumulación cada vez más creciente de poderes represivos encubiertos bajo reformas liberales. En esta época, no sólo la prensa sino también los profesores e investigadores universitarios –entre ellos yo mismo– celebraron el fin del respaldo [estadounidense] a los contras en Nicaragua, así como el éxito del proceso de paz de Contadora. En cambio, lo que generalmente no se supo fue que, aunque el teniente coronel Oliver North había sido excluido del Proyecto Juicio Final, los planes de ese programa que preparaban la vigilancia, las detenciones arbitrarias así como la militarización de Estados Unidos siguieron extendiéndose después de su partida.

Tampoco se vio el hecho que el Congreso de los Estados Unidos, a pesar de reducir su ayuda a un pequeño ejército narcofinanciado vinculado a la CIA, estaba desarrollando en Afganistán un creciente apoyo a una coalición mucho más grande de fuerzas paramilitares aliadas a la propia CIA y financiadas a través de la droga. Si bien el Irangate permitió que se supiera sobre los 32 millones de dólares que Arabia Saudita había entregado a los Contras (a pedido del director de la CIA William Casey), nada se supo sobre los 500 millones de dólares (probablemente más) que los mismos sauditas, también a pedido de Casey, habían entregado en aquella misma época a los muyahidines afganos [10]. En ese sentido, el dramatismo utilizado al presentar el Irangate en el Congreso puede ser considerado como un engañoso montaje que desvió la atención del público de la implicación, mucho más importante, de Estados Unidos en Afganistán –una política secreta que ha evolucionado desde entonces para convertirse en la guerra más larga de toda la historia de los Estados Unidos.

Si ampliamos nuestra visión del caso Irán-Contras, veremos que en realidad se trata del caso Irán-Contras-Afganistán. Tendríamos que admitir entonces que, a través de ese evento profundo complejo y mal conocido, la CIA recuperó en Afganistán la capacidad paramilitar que el almirante Stansfield Turner había tratado de quitarle cuando ocupó el cargo de director de la agencia, bajo la administración Carter. Fue, en resumen, una victoria para una facción que se componía de individuos como Richard Blee, el protector de al-Mihdhar y defensor en el año 2000 de una intensificación de las actividades paramilitares de la CIA en Afganistán.

La presencia reiterada de ciertos individuos en los eventos profundos sucesivos

Nunca olvidaré la primera plana del New York Times del 18 de junio de 1972, el día siguiente a la efracción del hotel Watergate. Allí estaban las fotos de los individuos que se habían introducido en el inmueble, incluyendo la de Frank Sturgis (alias «Fiorini»). Yo había escrito anteriormente sobre este individuo, cerca de 2 años antes, en el manuscrito de mi libro (que nunca se publicó) sobre el asesinato de JFK, La Conspiración de Dallas (The Dallas Conspiracy).

Sturgis no era un tipo cualquiera. Ex contratista de la CIA, contaba además con amplios contactos en el medio de los ex propietarios de casinos de La Habana, todos vinculados al hampa. Mis primeros escritos sobre el caso Kennedy se concentraron en los vínculos entre Frank Sturgis y un campo de entrenamiento de anticastristas cubanos cercano a Nueva Orleáns, en cual Oswald había mostrado interés. También abordaban la implicación de Sturgis en falsos cuentos primarios que describían a Oswald como participante en una conspiración comunista cubana.

En 1983, cierto número de cubanos miembros del ejército particular de Manuel Artime, respaldado por la CIA en Centroamérica, ayudaron a Sturgis en la propagación de aquellos cuentos primarios. En 1965, la base de Artime en Costa Rica fue cerrada, supuestamente debido a su implicación en el tráfico de droga. Durante los años 1980, algunos de aquellos exilados cubanos estuvieron implicados en actividades de apoyo a los contras [Los “contras” eran los miembros de las bandas contrarrevolucionarias que Estados Unidos financiaba con el tráfico de drogas para utilizarlos en su guerra sucia contra el gobierno sandinista nicaragüense. NdT.] a través del tráfico de droga.

El mentor político del MRR (Movimiento de Recuperación Revolucionaria) de Manuel Artime era Howard Hunt, uno de los organizadores de la operación del Watergate. En 1972, será Artime quien pagará la fianza de los cubanos que se habían introducido en el Watergate. Ramón Milián Rodríguez, un individuo que se dedicaba al lavado del dinero de la droga, declaró haber entregado a varios de los cubanos del Watergate 200,000 dólares provenientes de Artime. Rodríguez dirigió posteriormente dos empresas costarricenses de mariscos –Frigoríficos y Ocean Hunter– que blanqueaban el dinero de la droga para prestar apoyo financiero a los contras.

También se dijo que Howard Hunt y James McCord habían estado implicados en los planes de Artime para invadir Cuba, en 1963. No creo que sea por casualidad que Artime, el protegido de Hunt, se metió en el tráfico de droga. Como ya expliqué por otro lado, Hunt manejaba una conexión de narcóticos en Estados Unidos desde que fue, en 1950, jefe de misión de la OPC (Oficina de Coordinación Política, siglas en inglés) en México.

Pero James McCord, quien será posteriormente el cómplice de Howard Hunt y de G. Gordon Liddy en la preparación y ejecución de la efracción del Watergate, no sólo se había distinguido por sus actividades anticastristas en 1963. También era miembro de la red de planificación de crisis de Estados Unidos, que más tarde ocupará un lugar central tras el Irangate y el 11 de septiembre. McCord era miembro de una pequeña unidad de reserva de la fuerza aérea estadounidense en Washington, unidad dependiente de la Oficina de Preparación para Crisis (OEP, siglas de Office of Emergency Preparedness). Aquella unidad estaba encargada «de confeccionar la lista de extremistas y de organizar planes de urgencia para censurar los medios de prensa y el correo postal en Estados Unidos en periodo de conflicto armado». Su unidad formaba parte del Programa de Seguridad de la Información en Tiempo de Guerra (WISP, siglas de Wartime Information Security Program) que tenía la responsabilidad de activar «los planes de urgencia para imponer la censura de la prensa, de los correos y de todas las telecomunicaciones (incluyendo las comunicaciones gubernamentales), así como para encerrar de forma preventiva a los civiles que representen «riesgos securitarios» poniéndolos en «campos militares» [20]. En otras palabras, se trata de los mismos planes identificados en los años 1980 bajo la denominación de Proyecto Juicio Final –los planes de Continuidad del Gobierno (COG, siglas de Continuity of Government) en los que trabajaron Dick Cheney y Donald Rumsfeld han venido trabajando de conjunto durante los 20 años anteriores al 11 de septiembre de 2001.

El Proyecto Juicio Final y la COG, denominador común de los eventos profundos estructurales
La participación de James McCord en un sistema de planificación de urgencias encargado de [censurar] las telecomunicaciones sugiere [la existencia de] un denominador común tras prácticamente todos los eventos profundos que estudiamos. Oliver North –en la organización del Irán-Contras, Oliver Nort era el hombre de confianza del tándem Reagan-Bush dentro de la Oficina de Preparación para Crisis (OEP)– estuvo implicado también en ese tipo de planificación, y tenía acceso a la red nacional supersecreta de comunicación del Proyecto Juicio Final.
La red de North, conocida con el nombre de Flashboard, «excluía a los demás funcionarios que tenían puntos de vista opuestos […] [y] disponía de su propia red informática mundial dedicada al antiterrorismo, […] a través de la cual sus miembros podían comunicarse exclusivamente entre sí y con sus colaboradores en el extranjero» .

Oliver North y sus superiores utilizaron Flashboard en operaciones especialmente sensibles, que debían permanecer secretas para los demás miembros –sospechosos u hostiles– de la administración de Washington.

Dichas operaciones incluían entregas ilegales de armas a Irán y otras actividades, algunas de las cuales siguen siendo hoy desconocidas, que incluso pueden haber tenido como blanco la Suecia de Olof Palme.

Flashboard, la red de urgencia de los años 1980 en Estados Unidos, era en 1984 y 1986 el nombre que identificaba la red operativa de la COG [Continuidad del Gobierno]. Dicha red fue planificada en secreto durante 20 años por un equipo que incluía a Dick Cheney y Donald Rumsfeld, y su costo total fue de varios miles de millones de dólares. El 11 de septiembre de 2001, los dos hombres que desde hacía tanto tiempo la habían planificado volvieron a activarla.

Ya en 1963 se perciben indicios del Proyecto Juicio Final, cuando Jack Crichton, jefe de la 488ª unidad de reserva de la Inteligencia Militar, participó en él, en su condición de jefe de inteligencia para la Protección Civil de Dallas, desde el Centro Subterráneo de Operaciones de Urgencia. Russ Baker cuenta que «dado que debía permitir garantizar la “continuidad del gobierno” en caso de ataque, [el centro] había sido enteramente equipado con material de comunicación». Un discurso pronunciado en la inauguración del centro, en 1961, proporciona más detalles:

«Este Centro de Operaciones de Urgencia forma parte del Plan Nacional tendiente a conectar las agencias gubernamentales federales, provinciales y locales a través de una red de comunicación a partir de la cual será posible dirigir las operaciones de salvamento en caso de urgencia local o nacional. Es parte esencial del Plan operacional de supervivencia, tanto a nivel federal como provincial y local.»

En otras palabras, Jack Crichton, al igual que James McCord, Oliver North, Donald Rumsfeld y Dick Cheney después de él, formaba parte de lo que en los años 1980 se llamó Proyecto Juicio Final. Pero el objetivo de ese programa se amplió considerablemente en 1988: ya no se trataba sólo de prepararse para un ataque nuclear, sino de planificar la suspensión efectiva de la Constitución de los Estados Unidos ante cualquier tipo de urgencia nacional. Este cambio, introducido en 1988, permitió la aplicación de la COG el 11 de septiembre de 2001. Hasta aquel momento, el Proyecto Juicio Final se había desarrollado hasta convertirse en lo que el Washington Post llamó «un gobierno de la sombra que ha evolucionado basándose en “planes de continuidad de las operaciones” preparados desde hace mucho tiempo atrás».

Está claro que la Oficina de Preparación para Crisis (la OEP, conocida entre 1961 y 1988 bajo el nombre de Oficina para la Planificaron de Urgencias) nos proporciona un denominador común a la hora de identificar a los personajes claves que se hallan tras prácticamente todos los hechos estructurales analizados en este artículo. Queda mucho camino por recorrer antes de que se logre comprobar si la propia OEP (además de los individuos aquí mencionados) fue el origen de alguno de esos hechos. Creo, sin embargo, que las redes alternativas de comunicaciones internas de la OEP (que más tarde serán incorporadas al Proyecto 908) han desempeñado un papel significativo al menos en 3 eventos profundos: el asesinato de John F. Kennedy, el Irangate y el 11 de septiembre.

Lo anterior se demuestra fácilmente en el caso del 11 de septiembre, donde ya se sabe que Dick Cheney aplicó los planes de Continuidad del Gobierno del Proyecto Juicio Final el 11 de septiembre de 2001, incluso antes de que se estrellara el último de los 4 aviones secuestrados [28]. La Comisión Investigadora sobre el 11 de septiembre fue incapaz de encontrar los registros que hubiesen permitido reconstruir las principales decisiones que tomó Cheney aquel día, lo cual parece indicar que dichas decisiones sólo pudieron elaborarse a través del «teléfono seguro» situado en el túnel que conduce al bunker presidencial –tan secreto que la Comisión Investigadora sobre el 11 de septiembre nunca pudo obtener las grabaciones telefónicas [29]. Probablemente se trataba de un teléfono del programa de la COG.

En realidad no se sabe si el «teléfono seguro» del túnel de la Casa Blanca pertenecía al Servicio Secreto o si, como cabe esperar, era parte de la red segura de la Agencia de Comunicaciones de la Casa Blanca (WHCA, siglas de White House Communications Agency). De ser correcta la segunda hipótesis nos encontraríamos entonces ante una importante similitud entre el 11 de septiembre y el asesinato del presidente Kennedy. En efecto, la WHCA afirma en su sitio web que dicha agencia fue «un elemento clave en la documentación sobre el asesinato del presidente Kennedy».

Sin embargo, no resulta fácil comprender quién compiló esa documentación ya que la Comisión Warren no logró que se le diera acceso a los registros y transcripciones de la WHCA.

El Servicio Secreto había instalado un transmisor de radio portátil de la WHCA en el vehículo que encabezaba el cortejo presidencial. Este utilizaba también la radio de la policía para mantenerse en contacto con el auto-piloto, en el que se hallaba George Lumpkin, director adjunto del Departamento de Policía de Dallas (DPD) y miembro de la 488ª unidad de reserva de la Inteligencia Militar.

Las grabaciones de las comunicaciones WHCA del convoy nunca fueron entregadas a la Comisión Warren, ni tampoco a la comisión sobre los asesinatos creada por la Cámara de Representantes ni al Comité de Estudio de los Archivos sobre Asesinatos [ARRB, siglas de Assassination Records Review Board] [34]. Por lo tanto, no podemos determinar si dichas grabaciones pudieran explicar algunas de las anomalías comprobadas en los dos canales del Departamento de Policía de Dallas. Por ejemplo, dichas grabaciones habrían permitido aclarar la llamada de origen desconocido que grabó la policía de Dallas. Dicha llamada proporcionó la descripción de un sospechoso exactamente de la misma estatura y el mismo peso –erróneos por demás– que aparecían en los expedientes del FBI y la CIA sobre Oswald.

En este año 2011, vivimos aún bajo el estado de urgencia proclamado por el presidente Bush desde el 11 de septiembre de 2001. En todo caso, ciertas disposiciones de la COG siguen en vigor, y fueron incluso reforzadas por Bush a través de la Directiva Presidencial 51 (PD-51) de mayo de 2007. El Washington Post comentaba en aquel entonces la PD-51 en los siguientes términos:

«Después de los atentados de 2001, Bush nombró un centenar de altos funcionarios civiles, entre ellos a Cheney, para que se turnaran en secreto durante varias semanas, o varios meses, en instalaciones de la COG situadas fuera de Washington, para garantizar la supervivencia de la nación. Constituyen así un gobierno de la sombra que ha evolucionado en base a ‘planes para la continuidad de las operaciones’ preparados desde hace mucho tiempo».

Es posible que este «gobierno de la sombra» haya definido los objetivos finales de los proyectos de la COG ya previstos desde hace tiempo, como por ejemplo la vigilancia sin mandato [judicial], sobre todo gracias a la Patriot Act. Las controvertidas disposiciones de esta legislación ya habían sido puestas en aplicación por parte de Cheney y de otros funcionarios, incluso mucho antes de que el proyecto de ley llegara al Congreso, el 12 de octubre de 2001.

Otros proyectos de la COG que fueron puestos en práctica incluían la militarización y la vigilancia interna bajo la dirección del NORTHCOM, así como el proyecto del Departamento de Seguridad Interna llamado Endgame –un plan decenal de ampliación de los campos de detención que sólo en el ejercicio fiscal correspondiente al año 2007 alcanzó un costo de 400 millones de dólares.

Tengo, por consiguiente, una recomendación para el movimiento Occupy, que muy justamente se rebela en contra de los excesos plutocráticos que Wall Street ha cometido durante las últimas tres décadas. Mi recomendación es llamar a que se ponga fin al estado de urgencia que se mantiene en vigor desde el año 2001. En virtud de ese estado de urgencia, desde el año 2008 una brigada de combate del ejército estadounidense se mantiene permanentemente en posición, en Estados Unidos, en parte para que esté lista «a contribuir al control de las multitudes y de disturbios sociales».

Los amantes de la democracia deben hacer todo lo posible por evitar que la crisis política que actualmente se desarrolla en Estados Unidos se resuelva por la vía militar.

Yo diría, en conclusión, que desde hace medio siglo la política estadounidense ha sido influenciada y se ha visto alterada por la no-solución del asesinato de Kennedy. Según un memorándum del 25 de noviembre de 1963, redactado por el fiscal general adjunto Nicholas Katzenbach, en aquel entonces era importante convencer a la opinión pública de que «el asesino era Oswald» y de que «no había cómplices». Por supuesto, esta prioridad se hizo más importante aún después de la adopción simultánea de esas dudosas proposiciones por parte de la Comisión Warren, de las instituciones estadounidenses y de la prensa dominante.

Esta disimulación de la verdad se ha convertido desde entonces en una embarazosa prioridad para todas las administraciones posteriores, incluyendo a la actual. En ese sentido podemos citar, por ejemplo, el caso de Todd Leventhal, funcionario del Departamento de Estado –bajo la administración Obama– cuya función oficial consistía –hasta hace poco– en defender la tesis del loco solitario en respuesta a las tesis de los llamados «conspiracionistas».

Si Oswald no fue un asesino solitario, no sería sorprendente que existiese un vínculo entre quienes falsificaron los informes sobre él y quienes han deformado la política de Estados Unidos en los posteriores eventos profundos, empezando por el Watergate.

Desde los eventos profundos de 1963, la legitimidad del sistema político de los Estados Unidos se ha visto atrapada en una mentira que los eventos profundos posteriores han ayudado a proteger.

Fuente: http://www.rnv.gov.ve/noticias/?act=ST&f=29&t=176675