Nimrod, un agente de Satán

A partir del diluvio aparece en la escena Nimrod. “Vigoroso cazador delante de YHVH”, traducen algunas versiones bíblicas (Gen. 10:9). En realidad Nimrod fue un agente de Satán. Actuó como ‘cazador’, es decir, como contratador astuto, cuan desafiador ‘delante’ de Yehováh’. Como un excelente político dejó en esas zonas las bases para que los intereses de Satán se asentaran. Este personaje motivó en esas latitudes la grandeza terrenal, la búsqueda de las posesiones materiales y el posicionamiento de la tierra. Nimrod estimuló el usufructo de la tierra a todos los reinos que existían en ese mundo. Su vida es resaltada por la ‘Biblia’ por su importancia cara al plan procedente de las Alturas, plan que ha de sellarse con la terminación de este sistema de cosas que en su estilo sembró Nimrod, el “poderoso cazador”.

Muchos años después, el Dios de Abraham, de Yitzaac y de Yacob, en la persona del monarca Nabuconodosor estableció en esa región, donde surgió la Babilonia terrenal, al pueblo que sembró la semilla que servirá de contrapartida a los propósitos de Satán, fijados por Nimrod. Esa nación fue el ‘reino del sur’ o nación ‘Judía’. Con la persona de Daniel fue posible comprender ese famoso sueño que tiene que ver directamente con los ‘últimos días’.

De parte de Dios, Nabuconodosor fue el rey de reyes de Babilonia. Daniel se lo dijo: “Tú, oh rey, eres rey de reyes; porque el Dios del cielo te ha dado reino, poder, fuerza y majestad. Y dondequiera que habitan hijos de hombres, bestias del campo y aves del cielo, él los ha entregado en tu mano, y te ha dado el dominio sobre todo; tú eres aquella cabeza de oro” (Dn. 2:37-38).

Relevante saber que “el gran Dios ha mostrado al rey lo que ha de acontecer en lo por venir; y el sueño es verdadero, y fiel su interpretación.” (Dn. 2:45).

De la ciudad identificada como Ur, establecida en Babilonia, salió la familia del entonces llamado Abram. Cientos de años después de la partida de la familia de este personaje de esa tierra babilónica, inició la fase determinante del plan de Dios que incluyó la estructuración de la futura nación de Israel mientras estuvo en Egipto durante 430 años, luego los portentos de su salida de esa tierra, asimismo su permanencia en el desierto durante 40 años y su ingreso a la ‘tierra prometida’.

Ese compendio de ‘Libros’ anota la posterior partición de Israel en dos reinos, el del ‘norte’ y el del ‘sur’. El ‘Reino del norte’, con sus nueve de las doce tribus, subsistió 230 años cuando fue invadido por los asirios en el año 722 aM. Sus tribus desaparecieron entre la sociedad asiria. A partir de esos tiempos, desde el punto de vista ‘sanguíneo’, la sociedad siria lleva en sus ‘venas’ la ‘sangre’ israelita, hecho que el plan de Dios previó para contrarrestar los objetivos de Satán.

Nimrod, en representación de Satán, de esa tierra, Sinair, “salió para Asiria, y allí edificó Nínive, Rehobot, Cala, y Resén entre Nínive y Cala, la cual es ciudad grande” (Gen. 10:11-12). El propósito de Nimrod era claro, desde Resén atenazaría en el futuro a la nación de Israel para evitar la llegada del ‘Hijo del hombre’. El plan de Dios, a sabiendas de esa meta satánica, previó que durante el milenio mesiánico, Israel sería “tercero con Egipto y con Asiria para bendición en medio de la tierra; porque Yehováh de los ejércitos los bendecirá diciendo: Bendito el pueblo mío Egipto, y el asirio obra de mis manos, e Israel mi heredad” (Isa. 19:24-25). Ello pronostica que los actuales sirios y los egipcios experimentarán en un futuro próximo eventos que ni se imaginan y que tampoco aceptarían si se los proyectaran.

Por su parte, el Reino del sur, Judea, con sus tres tribus, Judea, los Benjaminitas y los Levitas, desde su separación del tronco de ‘Israel’, subsistió 436 años aproximadamente. 136 años después de su separación del tronco de Israel, en el año 586, Judea fue invadida y llevada a cautiverio por los babilónicos al mando del rey Nabuconodosor. De esa manera el plan de Satán también fue neutralizado. Nimrod perdió su labor política, enraizada en el reino de Babilonia, al ser Nabuconodosor ungido por Dios: “Pero hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios, y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer en los postreros días.”, explicó el profeta israelita, Daniel, al rey de Babilonia (Dan. 2:28).

En la actualidad, Siglo XXI, la nación de Israel y la humanidad están en condiciones de enterarse acerca de lo que ha de acontecer en los ‘últimos días’, por mediación de un rey gentil y de su interpretador, el profeta israelita Daniel. Todo indica que Dios, para salvar a la humanidad no sacrificó al hijo de Abraham, Yitzaac, pero si lo hizo sacrificando a la nación de Israel y a la tribu de Judá (Jn. 4:22; Ro.11).

Al morir el hijo de Nabuconodosor, de nombre Belsasar, sucumbió de manos del rey persa Ciro, cualquier reducto satánico que haya habido en Babilonia. Este rey persa retomo su creencia en Dios. En el “primer año de Ciro rey de los persas, para que se cumpliese la palabra de YHVH por boca de Jeremías, YHVH despertó el espíritu de Ciro rey de los persas, el cual hizo pregonar de palabra y también por escrito, por todo su reino, diciendo: Así dice Ciro, rey de los persas: Yehováh, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra; y él me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá. Quien haya entre vosotros de todo su pueblo, sea Yehováh su Dios con él, y suba.” (2 Cro. 36:22-23).

Setenta años después de haber sido llevada Judea a Babilonia, por Nabuconodosor, inició el retorno de los 50 mil primeros ‘judíos’, gracias al decreto del rey persa Ciro, quien se interesó en la restauración del templo de Jerusalem, mismo santuario destruido años más tarde por los romanos liderados por Tiro. Este imperio, el romano, en el año 135dM., a manos del emperador Adriano expulsó a la mayoría de los Judíos, Levitas y Benjaminitas de esa ‘tierra prometida’.

Desde el retorno de Babilonia se conoció a Israel como la nación “Judía’ y por ende se generalizó el termino ‘Judíos’ que englobó a judíos, benjaminitas y levitas. Hasta los días presentes, con ese nombre se ha identificado a la totalidad de las doce tribus de Israel. El llamado ‘Judaísmo’ representó a los diez mandamientos y a las 613 ordenanzas dadas a Moisés, llamadas popularmente la ‘Torah’ o la Ley.

La ‘Biblia’, aparte de que relaciona la existencia de los vecinos de Israel, y la de los imperios, como el egipcio, el asirio, el babilónico, el helénico y el romano, de igual forma reseña la historia del hombre más controvertido de la historia de la humanidad: ‘Yeshúa Ha Mashiaj’ para los israelitas creyentes; ‘Yesous’ para los griegos y ‘Jesús’ o ‘Jesucristo’ para las naciones que de una u otra forma lo tienen en cuenta. En esos anales compendiados en el llamado ‘Nuevo testamento’ están escritas algunas anécdotas puntales de la vida, ministerio, milagros, muerte, resurrección y alzamiento a los cielos de la persona que, al tenor de la información aportada por la ‘Biblia’, tomará las riendas tanto de un planeta destrozado por los efectos de la gran tribulación, como de esos ‘cielos’ también sacudidos por los futuros acontecimientos que ha de estremecer ambos lugares.

El advenimiento de ‘Jesucristo’ o de ‘El Mesías de Israel’, según la ‘Biblia’, será una impresionante experiencia para los supervivientes de la hecatombe mundial que se avecina, según las profecías bíblicas, sobre todo para aquellos muchos que quedarán sin piso, al ver con sus propios ojos, lo que tanto han negado, la existencia física de Jesús, porque ‘El Mesías de Israel’ –a la luz de la ‘Biblia’- retornará al planeta Tierra donde fue engendrado, y descenderá del universo a su tierra donde nació, Israel. Desde allí ministró y en esa heredad fue crucificado para resucitar tres días después.

Desde ese terruño Yeshua (Jesús) fue alzado a los cielos delante de los testigos presentes. “Y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.” (Hech. 1:9-11). El profeta israelita, conocido como Zacarías, acerca de la venida de ‘El Mesías’ de su nación, advirtió que “se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente” (Zac. 14:4). Aunando ambos momentos, tenemos que así retornará, tal como le vieron ir al ‘cielo’ y que descenderá en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente.

Pero Jesús no volverá solo; en su descenso lo acompañará su ‘congregación’ o ‘Esposa’, identificada como ‘Tzión’, y con ella los millares de millares de fieles seguidores, llamados según el griego ‘ángeles’, casi todos mensajeros procedentes de familias que habitan esas lejanas tierras establecidas en los postreros de los cielos (Isa.13:5; Ef.3:15; Fil. 2:10). Ellos han participado desde siempre en el plan de Dios, para que en breve la utopía se convierta en realidad: una ‘nueva tierra’ y esos ‘nuevos cielos’ como resultado del milenario reinado mesiánico.

El resumen de este Libro, llamado la ‘Biblia’, deja claro que al hombre por si mismo le es imposible lograr una verdadera justicia, que cubra por igual a todos los vivientes. Le es quimérico al hombre alcanzar ese equilibrio. La información integral que aporta la ‘Biblia’ termina revelando que esa justicia tan anhelada ciertamente reinará sobre la tierra y en esos ‘cielos’ ahora contaminados (Ef. 3:10). Sin fanatismos, preferencias, tendencias, misticismos o religiosidad alguna, podemos deducir que la ‘‘Biblia’’ es el único libro que la humanidad dispone que explica de este tema en toda su magnitud (Ef. 3:18).

Autor: Félix Guttmann Van Katz

Fuente: La Biblia

No apto para religiosos…

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