2ª Timoteo 3:16; 2ª Pedro 1:20,21
Hasta hace doscientos o trescientos años virtualmente todo el que perteneciera a la iglesia creía que la Escritura es la Palabra de Dios. Cierto, la Iglesia Católica Romana, negando que la Biblia pudiera ser entendida por el pueblo común, insistía en que ésta no debería dárseles en su propio idioma. Pero incluso entonces, nunca cuestionó que la Escritura fuese la Palabra de Dios. Solo en siglos recientes la Biblia ha llegado a estar bajo serio ataque.
El primer ataque comenzó con lo que es conocido como la Alta Crítica. Surgió en Alemania hacia finales del siglo diecisiete como un desarrollo natural del racionalismo y de la filosofía moderna. Ésta insistía en que la Biblia era un producto humano, producido por la iglesia en siglos ya pasados para expresar lo que los hombres individualmente tenían que decir acerca de Dios.
Aunque la Alta Crítica, en su forma extrema, es aún prevaleciente en muchas congregaciones e instituciones de educación superior, no es ella mi principal interés. Mi principal interés es con aquellos que afirman creer que la Biblia es la Palabra de Dios pero subrepticiamente lo niegan al afirmar que la Biblia es tanto de producción divina como humana. Es una posición que es ampliamente asumida hoy en el mundo evangélico.
La Denegación de la Inspiración Infalible
El argumento más común que socava a la Biblia va más o menos así: Aunque la Escritura es infaliblemente inspirada por Dios, refleja sin embargo las nociones y puntos de vista de los hombres a quienes Dios usó para escribirla, hombres cuyo pensamiento fue influenciado por una cultura ya pasada y que delata una falta de conocimiento científico.
Esta perspectiva es típicamente usada por aquellos que han adoptado la teoría evolucionista del origen del mundo. Mientras afirman que la Biblia es la Palabra de Dios, insisten en que Génesis 1 no es un registro literal de la creación. Puede ser una epopeya; puede ser mito; puede ser una doxología con la intención, por parte de la iglesia, de alabar a Dios el Creador; pero cualquier cosa que sea, Génesis 1 no ha de ser tomado literalmente.
Un argumento similar es empleado por aquellos que abogan por mujeres en el rol de ancianas y predicadoras. Conceden que ciertos pasajes en la Biblia sí prohíben a las mujeres ostentar oficios eclesiásticos. Pero tales interdictos, dicen ellos, aplicaban para la cultura y costumbres prevalecientes en el tiempo para cuando la Biblia fue escrita y ya no son relevantes en el mundo moderno. De igual manera, están aquellos que concuerdan en que algunos pasajes de la Biblia “pueden ser interpretados” como condenando la homosexualidad, pero que los entornos sociales cambiantes requieren que la iglesia trate con tales pasajes sobre la homosexualidad como hemos tratado con pasajes acerca de la esclavitud, la
usura, la guerra o el rol de las mujeres.
Error Subyacente – Detrás de estas posiciones se halla este tema común: La Biblia, aunque inspirada, contiene un elemento o factor humano porque fue escrita por hombres que fueron específicamente escogidos por Dios. Él escogió a aquellos hombres porque vivieron en tiempos particulares de la historia, tenían dones particulares y rasgos de carácter particulares, y tenían perspectivas que fueron formadas en la cultura en la cual vivían. Y Dios permitió que sus personalidades, sus dones únicos, y sus influencias culturales fueran incorporadas en la Escritura.
El problema es que tal argumento olvida las doctrinas de la predestinación y de la providencia. Cierto, Dios usó hombres para escribir la Escritura sin hacer caso omiso de sus personalidades, dones, estilos de escritura y condicionamiento cultural. Sin embargo, cuando Dios quiso que algún pasaje dado fuese registrado por escrito, Él no echó una mirada al mundo de allá abajo para encontrar a alguien que fuese el indicado para registrar por escrito lo que Él tenía en mente. Más bien, Él mismo había determinado a los escritores desde toda la eternidad. Y les formó por Su decreto de providencia.
Por ejemplo, Dios eternamente ordenó en Su consejo que habría un Moisés, nacido en un tiempo dado, entrenado por cuarenta años en el palacio de Faraón, y entrenado en el desierto del Sinaí por otros cuarenta años. Él fue, de esta manera, moldeado y ajustado y dotado con tales dones, los que eran necesarios para escribir los primeros cinco libros de la Biblia. Dios ordenó a Moisés. Dios le preparó. Todo lo que se requería para hacerle el indicado para la tarea fue obra de Dios.
Esta verdad vital es reflejada en Jeremías 1:4,5:
“Vino, pues, palabra de Jehová a mí, diciendo: Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones.”
Dios operó de esta manera porque Dios eternamente planeó la Escritura entera junto con cada individuo que Él usaría para prepararla.
Teologías Humanas – La insistencia de que hay un elemento humano en la Escritura lleva aún a otro error. Más y más los teólogos hablan de la teología de Pablo, la teología de Juan, la escatología de Pedro, etc. Esto es erróneo.
El mismo término “teología de Pablo” sugiera que la perspectiva de Pablo con respecto a la verdad era de su propia invención. Cuando se usa tal lenguaje, la teología del Espíritu Santo nunca es mencionada. El hecho es que debido a que la Escritura es de origen divino contiene solamente la teología de Dios, y el creyente, aceptando la Escritura como tal, está interesado solamente en lo que Dios dice que es verdad.
No obstante, los eruditos preocupados con la idea del elemento humano en la Escritura están resueltos a explicar como llegaron a existir las Escrituras desde un punto de vista humano. Para entender este elemento humano, dicen ellos, se requiere una gran cantidad de conocimiento adicional.
Se nos dice, por ejemplo, que para entender lo que la Biblia enseña, uno debe estar bien informado en la arqueología, porque podemos conocer las culturas antiguas en las que el Antiguo Testamento fue escrito a partir de huesos y piezas de cerámica. Uno debe estudiar los antiguos escritos Judíos, Griegos y Romanos para aprender el tipo de pensamiento que prevalecía cuando fueron escritos los evangelios del Nuevo Testamento. Uno debiera estar enteramente familiarizado con el idioma Griego tal y como se usaba hace dos mil años para saber lo que cualquier verso dado del Nuevo Testamento significa.
Diccionario Propio – No estoy diciendo que un estudio de estas cosas no pueda ser una ayuda para los estudios de la Biblia. Pero ellas no son esenciales para entender la Escritura. La Biblia es su propio diccionario y comentario, pues la Escritura interpreta a la Escritura. Dios habla en la Escritura. Él habla a aquellos que vienen a la Escritura en fe. No requiere la sabiduría del mundo para ser entendida. De hecho, Dios dice en I Corintios 1:26,27:
“Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte”
Verdades Fundamentales
Los dos pasajes clásicos para la prueba de la infalible inspiración de la Escritura demuestra esto. Leemos en II Timoteo 3:16: “Toda la escritura es inspirada por Dios.” Esto es, toda la Escritura es dada por el aliento de Dios. El texto no dice que toda la Escritura sea dada por el aliento de Dios por medio de medios humanos. Simplemente dice, toda la Escritura es dada por el aliento de Dios, y es solo debido a esto que toda la Escritura es “útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia.”
Si Ud., en alguna forma, limitara o modificara el carácter inspirado por Dios de la Escritura, Ud. no podría añadir el resto de lo que se dice con respecto a la Escritura. Perdería su poder para salvar, pues la palabra del hombre no puede salvar a nadie del pecado.
La declaración en II Pedro 1:20,21 es aún más fuerte: Comienza, “Ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada.” Esto significa que no hay ninguna palabra en la Biblia que sea la opinión privada del ser humano que la escribió. ¿Cómo es esto así? El texto mismo explica: “porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana.” No fue la voluntad del hombre la que produjo la Biblia.
Santos Hombres – Si la voluntad del hombre hubiese jugado un rol en la composición de las Escrituras, entonces se esperaría que algunas opiniones personales y privadas estuviesen en las Escrituras. Pero esa no es la manera en que las Escrituras llegaron a existir. Entonces, ¿cómo es que las Escrituras llegaron a existir? La propia respuesta de la Biblia: “sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.”
Pedro y Pablo y Daniel y todos los otros hombres que fueron usados por Dios para escribir partes de la Biblia eran todos pecadores como Ud. y yo. Pero cuando escribieron la Escritura, eran los hombres santos de Dios; es decir, fueron preservados del error por el Espíritu Santo. En su proceso de escribir las Escrituras, eran incapaces de errar.
Es más, cuando hablaban eran movidos por el Espíritu Santo. Esa palabra “movidos” [en nuestra versión en Español la palabra es inspirados] es la misma palabra que se usa en Hechos 27 para describir cómo la nave que llevaba a Pablo a Roma era llevada por la fuerza del viento. Estaba fuera del control de los hombres de abordo. Así, los santos hombres que escribían la Biblia eran llevados por el Espíritu Santo de tal forma que en el proceso de escritura sus propias voluntades no jugaron ningún rol en lo absoluto.
Un Milagro – La Biblia, debemos tener esto en mente, es un milagro. La composición escrita de la Escritura por el Espíritu Santo a través de los hombres santos es el mismo tipo de milagro como el de la caída de los muros de Jericó, como el agua que brotó de la roca en Refidim, y como la encarnación de nuestro Señor Jesucristo.
Por lo tanto, si uno niega el exclusivo origen divino de la Escritura, tarde o temprano uno va a negar los otros milagros que la Escritura registra. Las dos cosas van juntas. El milagro de la Escritura es una parte de todas las obras milagrosas de Dios.
Uno puede mantener la verdad con respecto a la Sagrada Escritura de que es la Palabra de Dios solo si uno mantiene la verdad fundamental de que la salvación es solamente por gracia. Tristemente, la doctrina de la gracia soberana también ha sido sustancialmente negada últimamente. La iglesia ha caído en el error de la doctrina del libre albedrío i.e., de que hay un elemento humano en la obra de salvación; que el hombre mismo debe contribuir en algo a su salvación. Cuando la obra del hombre es introducida en la obra de salvación, el elemento humano también es introducido en la inspiración de la Escritura. Las dos permanecen o caen juntas. El milagro de la Escritura es parte del milagro de la salvación.
Fe Sola – En el análisis final debemos darnos cuenta que la Escritura es un libro que, al creerlo, nos da a Cristo mismo. Esto significa que la Escritura puede ser recibida solamente por fe. La prueba de que la Biblia es la Palabra de Dios no yace en la prueba racional o empírica. El no creyente niega la Escritura, no porque sea ignorante, sino porque es malvado. Solo la fe salvadora puede cambiar el odio que el hombre
tiene hacia Dios. La fe recibe la Escritura porque la fe provee un compañerismo viviente con Dios en Cristo.
Supóngase que estoy en el extranjero y que mi esposa me escribe una carta desde casa. Mientras leo aquella carta con entusiasmo alguien me dice, “¿Cómo sabes que tu esposa escribió esta carta? Quizás alguien la mecanografió y falsificó su firma.” Le diré, “Bueno, sé que esta es su carta porque la conozco. Esta es la forma en la que ella habla. Esta es la manera en la que escribe. Estas son las cosas acerca de las cuales hablaría.”
Personal – Es así como son las cosas con la Biblia. Cuando alguien viene a mí y me dice “Pruébame que la Biblia es escrita por Dios,” entonces digo, “Creo que lo es porque conozco al Autor. Esta es la forma en la que escribiría. ¡Su firma se encuentra en cada página! Este es mi Padre celestial hablándome. Este es mi Prometido escribiéndome a mí, Su Novia.” Y si dice, “Yo no lo veo,” entonces digo, “Lo siento. No hay nada que pueda hacer para convencerte. Solo puedo orar que Dios abra tus ojos.”
Eso es lo que es la fe, ¿cierto? La fe no es un salto en las tinieblas. La fe no es la aceptación de algo que nadie puede probar, un tipo de aceptación ciega de lo improbable. La fe es el vínculo que lo coloca a uno en compañerismo con Cristo. La fe causa que le conozcamos a Él como nuestro Cristo.
Y entonces, cuando Su carta viene a nosotros, decimos, “Esto es lo que Él diría. Esto es lo que quiero y necesito escuchar. Sé que Él la escribió. Estoy casado con Él. Él es mi Prometido. Y si tú no crees eso, lo siento. De cualquier forma, la carta no es para ti. Por favor, déjame solo. Quiero leer mi carta.”
Condensado del folleto “La Batalla Por la Biblia”, que puede obtenerse del autor Herman C. Hanko, profesor en la Escuela Teológica Protestante Reformada, 4949 Ivanrest S.W., Grandville, MI 49418. Por Herman C. Hanko