¿Cómo es la verdad? Vivimos en un mundo que da la impresión de creer que la verdad objetiva como tal no existe. Se nos dice que no podemos dar nada por sentado. Pero cuando abres la Biblia y comparas cuidadosamente un pasaje con otro, y permites que Dios dé algunas pinceladas en su obra maestra, llegas a una verdad incuestionable. Decimos que nadie sabe cómo es la verdad, pero Dios dice, un momento, cuando termine mi obra lo sabrás.
Finalmente, nuestro estudio nos lleva a la “marca de la bestia” (Apocalipsis 13:16; 14:9), pero es importante que antes establezcamos una base firme. La profecía bíblica anuncia tristemente que habrá una grave corrupción en la iglesia cristiana. ¿Por qué? ¿Cómo es posible que exista corrupción en el seno del cristianismo? La respuesta se encuentra en las palabras de Jesús, Mateo 13:24-26. Satanás, el enemigo de las almas, vino y sembró cizaña entre el trigo, y Dios dijo que así permanecerá hasta su regreso.
Uno de los enigmas religiosos más importantes del mundo es: ¿Por qué razón Dios creó al diablo? La respuesta está delineada en la profecía bíblica. Apocalipsis 12:7-9 informa que la guerra no comenzó en el planeta tierra, sino en el cielo. Dios formó sus criaturas —tanto humanas como angélicas— con la libertad de permanecer en relación con él o de volverle la espalda. ¿Por qué Dios permite esa elección? Porque el amor real exige que haya elección. Lucifer, uno de los ángeles más encumbrados del cielo, decidió ejercer su libertad de elección. Ezequiel 28:13-15 nos dice que era hermoso y perfecto hasta que se halló iniquidad en él. Dios creó a Lucifer perfecto —sin pecado— pero igualmente un día el pecado se encontró en él. ¿Cuál fue el pecado de Lucifer? Isaías 14:12-14 lo desarrolla: Lucifer se enamoró de sí mismo, y comenzó a codiciar el trono de Dios. El primer pecado —que todavía es la raíz de todos los pecados— fue el orgullo. Apocalipsis 12:3, 4 indica que una tercera parte de los ángeles del cielo le creyeron. Los ángeles rebeldes tuvieron que ser expulsados del cielo (Apocalipsis 12:7, 8), porque el pecado no puede existir ante la presencia de Dios y, de todas maneras, los orgullosos pecadores nunca podrían ser felices frente a él.
Entonces, ¿por qué Dios no destruyó al diablo? Recuerda que el amor verdadero exige una elección. La única manera en la que Dios podía garantizar que la rebelión no volvería a existir jamás era permitiéndole a los seres creados que descubrieran por sí mismos que el pecado no es una buena idea. Imagina qué impacto habría tenido que Dios destruyera a Lucifer enseguida, mientras les estaba diciendo a todos que el gobierno divino era insatisfactorio. Muchos podrían haber seguido sirviendo a Dios por temor y no por amor. Otros podrían preguntarse secretamente si Lucifer no tendría razón, y por eso Dios le tenía miedo. Por el contrario, si Dios permitía que el pecado se manifestase lo suficiente como para que el universo se diera cuenta de que no es una buena opción, Satanás quedaría al descubierto como mentiroso y asesino.
Dios permitió que el pecado se manifiestara durante todos estos años simplemente porque él no le teme a la verdad. Sabía que si debíamos aprender de una vez y para siempre a rechazar al pecado, teníamos que experimentarlo por nosotros mismos. Tenía que dejarnos vivir de primera fuente las consecuencias de la rebelión.
La guerra se mudó del cielo a la tierra. Satanás se las ingenió para convencer a Adán y a Eva de que Dios estaba equivocado, y de que se le unieran en la rebelión. La raza humana cayó en el pecado. Eso quebrantó el corazón de Dios, porque los seres humanos son sus hijos. Entonces proveyó un plan para salvarlos. En Génesis 3:15, Dios promete enviar al Mesías —la simiente de la mujer— para salvar a la raza humana. Los que aceptaran ser salvados por su sacrificio en la cruz serían bienvenidos nuevamente en la familia de Dios; los que lo rechazaran seguirían siendo parte de la rebelión de Satanás por propia elección.
El Mesías vendría del linaje del pueblo que seguía a Dios. En la profecía bíblica, el pueblo de Dios es descripto amenudo como una “mujer” (véase, por ejemplo, Jeremías 6:2). El Mesías sería la simiente de la mujer; los que permanecieran en rebelión contra Dios serían la simiente de la serpiente/dragón, o diablo. Así se formaron los dos bandos del Gran Conflicto sobre el planeta. Esos dos bandos fueron evidentes enseguida en los dos hijos de Adán y Eva: Caín y Abel. Abel eligió depositar su fe en el Mesías que vendría, y ofreció un corderito como símbolo de sufe en ese sacrificio. Caín, por su parte, tan sólo hizo un remedo de sacrificio, y ofreció los productos de sus propias manos.
Esos dos linajes continuaron hasta los días de Noé, cuando el diablo casi venció llevando a todos los seres humanos hacia su bando. ¿Quedaban algunos fieles? ¡Sí! Dios encontró que Noé y su familia eran fieles. Sabiendo que los corazones endurecidos no se convertirían, comenzó todo de nuevo por medio de un diluvio.
Poco después del diluvio, volvieron a formarse los dos bandos porque Satanás continuó engañando a las personas para que le dieran la espalda al Dios de amor. Los impíos comenzaron a construir un monumento a su propia grandeza —la torre de Babel— y a pesar de que Dios los esparció, la impía ciudad de Babilonia echó sus raíces. Babilonia era un monumento a la autosuficiencia humana y a la religión creada por el hombre. La astrología y el culto planetario llegaron hasta nuestros días como una gentileza de Babilonia. ¿Cuál fue la respuesta divina? Dios llamó a Abrahán para que fundara una nueva nación que habría de ser una señal luminosa del amor de Dios para el mundo. Pero el diablo siguió trabajando arduamente. Encontró la manera de desviar al pueblo de Dios en muchas oportunidades (véase, por ejemplo, Ezequiel 8:14-16). Pero nada podría detener a Dios en el cumplimiento de su promesa de enviar al Mesías. Apocalipsis 12:5 nos dice que el hijo (Mesías) por tanto tiempo esperado por la mujer, llegó; y el dragón fracasó en su intento de destruirlo. La cruz demostró a las claras que Satanás era asesino y mentiroso. Lo dejó en evidencia y atrajo a las gentes a Cristo (Juan 12:32; Apocalipsis12:10-12). ¡Había prácticamente desaparecido el peligro de que los ángeles se sintieran tentados a creerle a Lucifer!
Después de que Cristo regresó a los cielos, la mujer (la iglesia) continuó floreciendo, y el dragón la odió. Descargó toda su ira contra ella (Apocalipsis 12:13). En un principio, el gobierno de Roma pagana luchó por erradicar al cristianismo, pero cuanto más duramente perseguía a la iglesia, más rápidamente ella crecía.
En 312 d. C., el emperador romano Constantino —quien había sido pagano y adorador del sol toda su vida—pretendió haberse convertido milagrosamente al cristianismo. De pronto, la persecución de los cristianos se detuvo, y ser cristiano se puso de moda. Muchas personas que fueron forzadas a convertirse al cristianismo bajo Constantino continuaron siendo paganos en sus corazones, y así comenzó la larga historia de las componendas cristianas. Hasta el presente, muchos cristianos transigen en sus verdades en vez de mantenerse firmes; son “cizaña” entre el “trigo”.
¿Cómo es la verdad? Esta noche Dios nos está llamando para que nos pongamos del lado de la Biblia y sólo de la Biblia como norma para nuestras creencias. Dios no permitirá que el diablo continúe su obra para siempre. Cuando Cristo regrese, solo habrá un bando en la controversia: el de la verdad. ¿De qué lado quieres ponerte hoy?
Fuente: http://www.estaescrito.org
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